...NO HAY QUE TEMER , DIOS NOS CUIDA
Ezequías tenía ya catorce años
gobernando, cuando el nuevo rey de Asiria, llamado Senaquerib, atacó todas las
ciudades fortificadas de Judá y las conquistó. 14 Ezequías
mandó entonces un hombre a Laquis, donde estaba el rey de Asiria, con el
siguiente mensaje: «Hice mal en negarme a pagar los impuestos. Retírate de mi
país, y te pagaré lo que me pidas».
Entonces Senaquerib le pidió a
Ezequías un impuesto de nueve mil novecientos kilos de plata y novecientos
noventa kilos de oro. 15 Ezequías le dio toda la
plata que encontró en el templo de Dios y en los tesoros del palacio.
16 También quitó el oro
de las puertas del templo y de sus marcos que él mismo había mandado poner, y
se lo entregó a Senaquerib.
17 Después Senaquerib envió desde Laquis
a tres de sus oficiales de confianza al frente de un poderoso ejército para
atacar Jerusalén. Cuando llegaron, acamparon junto al canal del estanque de
Siloé, por el camino que va a los talleres de los teñidores de telas, y
mandaron a llamar a Ezequías.
18 Pero el rey no salió,
sino que envió a Eliaquim, encargado del palacio, y a Sebná y a Joah, sus dos
secretarios.
19 Entonces uno de los oficiales asirios
les dio este mensaje para Ezequías:
«El gran rey de Asiria
quiere saber por qué te sientes tan seguro de ganarle. 20 Para
triunfar en la guerra no bastan las palabras; hace falta un buen ejército y un
buen plan de ataque. ¿En quién confías, que te atreves a luchar contra el rey
de Asiria? 21 ¿Acaso
confías en Egipto? Ese país y su rey son como una caña astillada que se romperá
si te apoyas en ella, y te herirá. 22 Y si me dices que confías en tu Dios, entonces por
qué has quitado todos los altares y ordenaste que tu pueblo lo adore solamente
en Jerusalén.
23 »Tú no tienes con qué atacarme. Es
más, si ahora mismo me muestras a dos jinetes yo te doy los caballos. 24 Y
si estás esperando a los egipcios, déjame decirte que los caballos y carros de
combate de Egipto no harán temblar ni al más insignificante de mis soldados.
25 Además, hemos venido a
destruir este país, porque Dios nos ordenó hacerlo».
26 Eliaquim, Sebná y Joah le dijeron al
oficial asirio:
—Por favor, no nos hable
usted en hebreo. Háblenos en arameo, porque todos los que están en la muralla
de la ciudad nos están escuchando.
27 El oficial asirio les respondió:
—El rey de Asiria me
envió a hablarles a ellos y no a ustedes ni a Ezequías, porque ellos, lo mismo
que ustedes, se van a quedar sin comida y sin agua. Será tanta el hambre y la
sed que tendrán, que hasta se comerán su propio excremento, y se beberán sus
propios orines.
28 Después el oficial asirio se puso de
pie y gritó muy fuerte en hebreo:
«Escuchen lo que dice el
gran rey de Asiria: 29 “No se dejen engañar por
Ezequías, porque él no puede salvarlos de mi poder. 30 Si les dice que confíen en
Dios porque él los va a salvar, 31 no le crean. Hagan las paces conmigo y ríndanse.
Entonces podrán comer las uvas de su propio viñedo, los higos de sus árboles y
beber su propia agua. 32 Después
los llevaré a un país parecido al de ustedes, donde hay trigo, viñedos, olivos
y miel. Allí podrán vivir bien y no morirán. No escuchen a Ezequías, pues él
los engaña al decirles que Dios los va a salvar. 33-35 A otras naciones, sus dioses
no pudieron salvarlas de mi poder. Ni los dioses de Hamat, Arpad, Sefarvaim,
Ivá y Hená pudieron salvar a Samaria de mi poder. Así que, ¡no esperen que el
Dios de ustedes pueda salvar a Jerusalén!”»
36 La gente se quedó callada, porque el
rey les había ordenado no contestar. 37 Después
Eliaquim, Sebná y Joah rompieron su ropa en señal de angustia, y fueron a
contarle al rey Ezequías lo que había dicho el oficial asirio. (2 Reyes
18:13-37)
Hay momentos en la vida en que las
fieras ruguen a nuestro alrededor.
Satanás y todas sus huestes se paran delante de nosotros y buscan
intimidarnos con enfermedad, vergüenza, angustia, problemas laborales,
familiares, matrimoniales, etc. Con orgullo
argumenta en contra de nuestra fe y de Dios.
A la gente de Jerusalén le paso así.
El rey de Asieria puso su ejército delante de ellos para intimidarlos,
confundir sus pensamientos con mentiras, para moverlos de la verdad y traer
dudas y vergüenza.
No podemos evitar que el enemigo nos
enfrente, ni tampoco que trate de atemorizarnos, pero si podemos permanecer en
Dios. Firmes en su verdad aun en medio
de la prueba pues solo Él podrá sostenernos.
No importa las amenazas del maligno, no importa lo que intente hacer con
nosotros y lo que diga que nos hará.
Dios sin duda nos defenderá y dará la salida en medio de la prueba. Solo en Dios podremos conservar las
bendiciones recibida de su mano. Solo en
Él estaremos seguros de todo intento de traer destrucción a nuestra vida. Solo en El podemos estar firmes y no caer en
la tentación de buscar nosotros soluciones y con ello enredar más nuestra vida. Solo en Dios estaremos seguros, solo en Dios
podremos vivir en paz aunque el maligno grite amenazas en contra nuestra.
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