¡¡¡SOPAS!!!

Un día Amasías le envió un mensajero a Joás, rey de Israel, en el que le declaraba la guerra.

⁹ Joás le contestó a Amasías:

«Una vez un pequeño arbusto le mandó a decir a un gran árbol: “Dale tu hija a mi hijo, para que sea su esposa”. Pero una fiera del Líbano pasó y aplastó al arbusto. ¹⁰ No hay duda de que has vencido a Edom, y eso hace que te sientas orgulloso. Mejor alégrate en tu triunfo y quédate tranquilo en tu casa. No provoques un desastre ni para ti ni para Judá».

¹¹ Sin embargo, Amasías no hizo caso y se fue a luchar contra Joás. La batalla tuvo lugar en Bet-semes, que está en el territorio de Judá. ¹² Los soldados de Joás derrotaron a los de Amasías, quienes huyeron a sus casas. ¹³ Luego de capturar a Amasías, Joás fue a Jerusalén, y allí derribó ciento ochenta metros de la muralla de la ciudad, desde el Portón de Efraín hasta el Portón de la Esquina. ¹⁴ Se apoderó de todo el oro, la plata y los objetos que había en el templo de Dios y en el palacio. Tomó luego varios prisioneros y regresó a Samaria. (2 Reyes 14:8-14)

Hay un refrán que dice, el que no oye consejo, no llega a viejo.  Muchas veces pequeños logros personales nos hacen sentir muy fuertes y capaces.  Hacer cosas que nos vienen a la mente, porque creemos que tenemos el control de todo, porque creemos que tenemos la razón, porque pensamos es  lo justo o correcto según nuestros parámetros, no necesariamente nos va a llevar a donde pretendemos.  A veces detenernos y calcular los costos es más importante que el ímpetu con que nos embarcamos en nuevas empresas familiares, personales, profesionales o escolares.

El logro no está en nuestras competencias, sino en el favor de Dios.  Si Él no “edifica la casa” en vano es el esfuerzo y la dedicación.  Salir a la batalla de cada día sin Dios de nuestro lado, es derrota segura, es depresión, angustia, pobreza, enfermedad, pleitos, desasosiego, pesadillas, problemas, enredos de la vida, etc.  Vayamos a las metas a las que Dios se dirige, ahí si hay victoria y mucha felicidad.