ANHELEMOS LA PROVISION DE DIOS




Me dijo Jehová: Toma una tabla grande, y escribe en ella con caracteres legibles tocante a Maher-salal-hasbaz.[a]
Y junté conmigo por testigos fieles al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías.
Y me llegué a la profetisa, la cual concibió, y dio a luz un hijo. Y me dijo Jehová: Ponle por nombre Maher-salal-hasbaz.
Porque antes que el niño sepa decir: Padre mío, y Madre mía, será quitada la riqueza de Damasco y los despojos de Samaria delante del rey de Asiria.
Otra vez volvió Jehová a hablarme, diciendo:
Por cuanto desechó este pueblo las aguas de Siloé, que corren mansamente, y se regocijó con Rezín y con el hijo de Remalías;
he aquí, por tanto, que el Señor hace subir sobre ellos aguas de ríos, impetuosas y muchas, esto es, al rey de Asiria con todo su poder; el cual subirá sobre todos sus ríos, y pasará sobre todas sus riberas;
y pasando hasta Judá, inundará y pasará adelante, y llegará hasta la garganta; y extendiendo sus alas, llenará la anchura de tu tierra, oh Emanuel.
(Isaías 8:1-8)

Decir que deseamos a Dios y su obra el domingo por la mañana es tarea fácil.  Cantarlo junto con la iglesia nos llena de alegría y nos hace sentir buenos creyentes, pero ya el lunes por la mañana, cuando salimos al colegio, trabajo o hacer las compras de la semana el asunto cambia. Olvidamos todo lo cantado y dicho y nuestro corazón se decanta con fiereza a desear todo lo que esta generación nos ofrece.

No olvidamos que somos hijos, nos olvidamos de lo dicho y nuestra alma codicia el estilo de vida de quienes en su necedad, caminan lejos del Creador.  Se nos olvida que nuestra ciudadanía no está en esta tierra y corremos  llenos de ansiedad tras las misma cosas que, aquellos que caminan a ciegas  desean y mueren por ellas.

Dios es nuestra provisión y nuestra esperanza en esta tierra.  Es nuestra herencia y nuestra porción para transitar en esta vida.  La salud, el alimento, el vestido, la educación, el techo y la vida tranquila vienen de su mano.  No son conquista personales ni beneficios provistos por “el compadre” o el líder sindical.  Nuestra vida descansa en Dios y nuestro deseo debe estar en aquello que Él nos regala cada día. Ambicionar fuera de su voluntad frustra y trae dolor.  Vivir en su deseo en cambio, nos permite descansar y disfrutar la vida que Él nos ha regalado.


No despreciemos “nuestra aguas de Siloé” sino al contrario, vivamos reaprendiendo a desear lo correcto y dejar de valorar lo que un día fue lo más importante de la vida pero que nada tiene que ver con la verdad y la justicia de nuestro Padre.


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