ANHELEMOS LA PROVISION DE DIOS
Me dijo
Jehová: Toma una tabla grande, y escribe en ella con caracteres legibles
tocante a Maher-salal-hasbaz.[a]
2 Y junté conmigo por
testigos fieles al sacerdote Urías y a Zacarías hijo de Jeberequías.
3 Y me llegué a la
profetisa, la cual concibió, y dio a luz un hijo. Y me dijo Jehová: Ponle por
nombre Maher-salal-hasbaz.
4 Porque antes que el
niño sepa decir: Padre mío, y Madre mía, será quitada la riqueza de Damasco y
los despojos de Samaria delante del rey de Asiria.
5 Otra vez volvió Jehová
a hablarme, diciendo:
6 Por cuanto desechó este
pueblo las aguas de Siloé, que corren
mansamente, y se regocijó con Rezín y con el hijo de Remalías;
7 he aquí, por tanto, que
el Señor hace subir sobre ellos aguas de ríos, impetuosas y muchas, esto es, al
rey de Asiria con todo su poder; el cual subirá sobre todos sus ríos, y pasará
sobre todas sus riberas;
8 y
pasando hasta Judá, inundará y pasará adelante, y llegará hasta la garganta; y
extendiendo sus alas, llenará la anchura de tu tierra, oh Emanuel.
(Isaías
8:1-8)
Decir que deseamos a Dios y su obra el
domingo por la mañana es tarea fácil.
Cantarlo junto con la iglesia nos llena de alegría y nos hace sentir buenos
creyentes, pero ya el lunes por la mañana, cuando salimos al colegio, trabajo o
hacer las compras de la semana el asunto cambia. Olvidamos todo lo cantado y dicho
y nuestro corazón se decanta con fiereza a desear todo lo que esta generación
nos ofrece.
No olvidamos que somos hijos, nos
olvidamos de lo dicho y nuestra alma codicia el estilo de vida de quienes en
su necedad, caminan lejos del Creador.
Se nos olvida que nuestra ciudadanía no está en esta tierra y
corremos llenos de ansiedad tras las
misma cosas que, aquellos que caminan a ciegas desean y mueren por ellas.
Dios es nuestra provisión y nuestra
esperanza en esta tierra. Es nuestra
herencia y nuestra porción para transitar en esta vida. La salud, el alimento, el vestido, la
educación, el techo y la vida tranquila vienen de su mano. No son conquista personales ni beneficios
provistos por “el compadre” o el líder sindical. Nuestra vida descansa en Dios y nuestro deseo
debe estar en aquello que Él nos regala cada día. Ambicionar fuera de su
voluntad frustra y trae dolor. Vivir en
su deseo en cambio, nos permite descansar y disfrutar la vida que Él nos ha
regalado.
No despreciemos “nuestra aguas de Siloé”
sino al contrario, vivamos reaprendiendo a desear lo correcto y dejar de
valorar lo que un día fue lo más importante de la vida pero que nada tiene que
ver con la verdad y la justicia de nuestro Padre.
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