NO HABLEMOS MUCHO
Cuando
fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para
ofrecer el sacrificio de los necios; porque no saben que hacen mal.
No
te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante
de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú sobre la tierra; por tanto, sean
pocas tus palabras. (Eclesiastés 5:1-2)
No vayamos al templo al pasar tiempo con
la iglesia para presumir. No busquemos
liderazgo ni mucho menos ser escuchados o que nuestra ideas se conviertan en la
verdad que guíen el destino del grupo.
No anhelemos que los hermanos admiren nuestra espiritualidad o lo bien
que nos expresamos o cuanto conocimientos hemos acumulado y la facilidad con
que lo podemos explicar. Mucho menos
hagamos presunción de lo que damos o tenemos y jamás prometamos a Dios algo que
no podemos cumplir , ya sea porque no está en nuestra manos o no tengamos la
madurez para hacerlo.
Mejor vayamos con un corazón contrito,
dispuesto a escuchar, listo para hacer cambios y solicito para servir. En el Reino de muestro Padre no es más importante el que más
habla o mejor se explica, sino aquel que vive siguiendo el ejemplo de la
humildad del Hijo.
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