...Y NOS SACIAMOS CON TAN POCO





Hijo mío, está atento a mi sabiduría,
    Y a mi inteligencia inclina tu oído,
Para que guardes consejo,
Y tus labios conserven la ciencia.
Porque los labios de la mujer extraña destilan miel,
Y su paladar es más blando que el aceite;
Mas su fin es amargo como el ajenjo,
Agudo como espada de dos filos.
Sus pies descienden a la muerte;
Sus pasos conducen al Seol
Sus caminos son inestables; no los conocerás,
Si no considerares el camino de vida.
Ahora pues, hijos, oídme,
Y no os apartéis de las razones de mi boca.
Aleja de ella tu camino,
Y no te acerques a la puerta de su casa;
Para que no des a los extraños tu honor,
Y tus años al cruel;
No sea que extraños se sacien de tu fuerza,
Y tus trabajos estén en casa del extraño;
Y gimas al final,
Cuando se consuma tu carne y tu cuerpo,
Y digas: !!Cómo aborrecí el consejo,
Y mi corazón menospreció la reprensión;
No oí la voz de los que me instruían,
Y a los que me enseñaban no incliné mi oído!
Casi en todo mal he estado,
En medio de la sociedad y de la congregación.
Bebe el agua de tu misma cisterna,
Y los raudales de tu propio pozo.
¿Se derramarán tus fuentes por las calles,
Y tus corrientes de aguas por las plazas?
Sean para ti solo,
Y no para los extraños contigo. 
(Proverbios 5:1-17)

Tener o construir una relación no es complicado, pero tener o construir una que funciones  solo puede venir de la mano de Dios.  

Estamos tan adoloridos que con facilidad nos damos en efecto a quien poco da por nosotros. Invertimos tiempo y emociones en quien sin lugar a dudas abusa y solo por sentirnos “amados, valorados o especiales” permanecemos ahí.  Quien se aferra a una personas en realidad no lo hace porque le ame sino más bien por la fantasía de saciar carencias y dolores que se arrastran desde hace mucho tiempo.

Poco sabemos del “buen amor” y nos conformamos de lo  que cae “de la mesa de otros”  Peleamos por recibir atención de quienes nos ven como una opción y no como la persona con quien desea compartir la vida. Creemos ser felices porque alguien se aferra a nosotros día y noche cuando lo único que en realidad los hace por codependencia y control.


Dios desea que aprendamos amar y sobre todo que aprendamos a ser amados.  El desea que su verdad nos confronte con el error de construir relaciones que no funcionen y que nos atan al dolor y a la falsa creencia que “le” necesitamos.  Solo Dios nos puede mostrar cual es el amor verdadero y la forma correcta de construir una relación amorosa que nos bendiga y bendiga a quienes nos rodean.

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