NO A NOSOTROS...





¡Alabemos a nuestro Dios!

Muy agradable en verdad

es cantarle himnos a nuestro Dios;

muy grato y justo

es cantarle alabanzas.

Dios ha reconstruido

la ciudad de Jerusalén.

Dios hizo volver a los israelitas

que los babilonios se llevaron prisioneros.

Dios sanó las heridas

de los que habían perdido

toda esperanza (Salmo 147:1-3)



Hoy día parece que adorar a Dios es una cuestión de moda más que de un corazón agradecido.  Pasa más por el acto mismo de hacernos sentir bien que por el hecho de sacrificar nuestra vida para El y ser agradecidos.  Tristemente nos hemos convertido en el centro y la cusa de la adoración a Dios. Nos hemos olvidado de El aun y cuando lo que cantamos pareciera tenerlo como centro y hemos olvidado también las razones  por las que El merece la gloria.

No hay nada de lo que hoy somos, tenemos o hemos logrado que lo hayamos conseguido por nuestras fuerzas o capacidades.  Absolutamente todo viene de su mano es producto de su eterna misericordia y es por ello, que debemos aprender hacer a Dios no solo el centro de nuestra canción, sino también el de nuestra vida, pos es con ella que debemos ofrecer la adoración más sincera.  Veamos a nuestro alrededor y enumeremos todo lo que Él ha hecho por nosotros y que ello nos mueva a adorarle.  Démosle una adoración integra, donde no saquemos renta ni ganancia alguna.  Ofrezcámosle al que nos salvó lo mejor de nuestra vida, tiempo, emociones y pensamiento, pues solo El nos ha amado de tal forma que hemos encontrado sanidad y salvación para nuestra alma.

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