DE NO SER POR EL NO SERIAMOS LIBRES
Cuando salió Israel de Egipto,
La casa de Jacob del pueblo extranjero,
Judá vino a ser su santuario,
E Israel su señorío.
El mar lo vio, y huyó;
El Jordán se volvió atrás.
Los montes saltaron como carneros,
Los collados como corderitos.
¿Qué tuviste, oh mar, que huiste?
¿Y tú, oh Jordán, que te volviste atrás?
Oh montes, ¿por qué saltasteis como carneros,
Y vosotros, collados, como corderitos?
A la presencia de Jehová tiembla la tierra,
A la presencia del Dios de Jacob,
El cual cambió la peña en estanque de aguas,
Y en fuente de aguas la roca. (Salmo
114)
Quien hace que las cosas sucedan en nuestra vida es
Dios. Tenemos el mal habito de creer que
nosotros somos los responsable de nuestros logros, que es producto de nuestras
capacidad el llegar a la meta y que tenemos el pensamiento siempre claro para
entender todo lo que acontece en nuestro entorno y darle el significado
correcto. La verdad sea dicha, no es así. De no ser por Dios nada bueno ocurriría en
nuestra vida.
Quien ha provisto para nuestras necesidades ha sido El, quien
ha sanado nuestro cuerpo cuando hemos enfermado también ha sido El, quien nos
ha regalado una familia y la iglesia ha sido El sin ninguna duda y quien
siempre ha luchado a nuestro favor para que podamos salir bien librados de cada
uno de los problemas solo ha sido El.
Aprendamos en nuestro diario vivir a a reconocer a Dios. No solo el domingo por la mañana sino a cada
momento de cada día. Aprendamos también
a reconocer todo lo que El hace a nuestro favor y darle gracias por ello, pero
aprendamos por sobre todo a no sentirnos autosuficientes, pues no lo somos ni
tantito. En realidad nosotros hemos sido los causantes de nuestro dolor y derrotas
a lo largo de nuestra vida y de no haber sido por la intervención de Dios seguiríamos
siendo esclavos de nuestro propio fracaso.
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