¿AMAMOS LA MALDAD?







Los que amáis a Jehová, aborreced el mal;
El guarda las almas de sus santos;
De mano de los impíos los libra. (Salmo 97:10)

Normalmente cuando pensamos en hacer lo malo nuestra mente ubica hechos socialmente inaceptables que sin duda nos cuesta trabajo hasta pensarlos.  Sin embargo cuando hablamos de aborrecer el mal, no solo debemos referirnos o recordar conductas que nuestro grupo social censura, sino también todas aquellas para las cuales tenemos un montón de excusas.  Hábitos, emociones, pensamientos, prioridades que nos resultan familiares, cómodas y convenientes pero que son maldad.  Maldad que aprendimos en casa viendo a nuestros padres y hermanos mayores.  Maldad que los medios de comunicación nos promueven cono aceptables pero que son pecado delante de Dios.  Maldad sobre la cual nuestro pastor poco predica y que no se ve mal en la iglesia a la que vamos.

Rencores guardados por años, comportamientos adictivos que nos destruyen de a poco y destruyen nuestras relaciones interpersonales, discusiones interminables en casa, necesidad de control sobre los demás, la urgencia de manipular el entorno para salirnos con la nuestra siempre, incapacidad de amar lo que solo nos lleva a usar emocionalmente a quienes nos rodean o nos aman. La incapacidad de ser los padres que nuestros hijos necesitan, malos hábitos escolares, incongruencia en lo que decimos y hacemos,  misoginia dentro del seno familiar, agresión verbal, emocional y física, temores que nos incapacitan y que no queremos afrontar pues es mas fácil encontrar excusas para nuestros fracasos personales, etc.  Esa maldad no la aborrecemos, sino que aun la cultivamos en nuestra vida.


Creo que deberíamos vernos a nosotros mismo mas que a los demás y darnos cuenta con ello que no aborrecemos la maldad sino que la solapamos en nuestra vida y aun la disfrazamos de falsa piedad para vernos bien ante los demás.  Debemos de orar para que Dios nos deje ver la maldad que hay en nuestra vida y podamos aprender a no desearla y ser librados de ella.  ¡Solo Dios nos puede enseñar a vivir de mejor manera!

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