¿Y AHORA, QUIEN PODRÁ DEFENDERME?


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Mi Dios,
¡ven pronto a salvarme!
¡Ven pronto en mi ayuda!
¡Pon en completa vergüenza

a los que quieren matarme!
¡Haz que huyan avergonzados
los que quieren hacerme daño!
¡Haz que huyan avergonzados
los que se burlan de mí! Salmo 70:1-39

Siempre hay personas que por su experiencia de vida, son ásperos en su trato, violentos y agresivos al relacionarse con los demás, exageradamente competitivos y territoriales.  Buscan venganza, eliminar amenazas ficticias en las personas que les rodean o tratar de tomar control sobre la vida de los demás sin importar nada más que su propio interés.  Ante gente así, lo mejor que podemos hacer es refugiarnos en Dios.

La venganza, el pleito, la confrontación no están en nuestras manos.  Quizá sea muy de humanos pero no de los hijos de Dios.  La respuesta correcta a la agresión es no es más agresión, sino buscar el refugio de Dios y permitirle que Él sea nuestro abogado y nuestro juez.  En el Reino de Dios no es más valiente el que más argumenta, sino quien más depende de la provisión y cuidado de nuestro Padre.

Busquemos la protección de nuestro Padre y sin duda jamás nos dejará en manos de quien busca nuestro mal.
 
 

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