¿Y SI PENSAMOS ANTES DE HABLAR?


Resultado de imagen para HABLAR MAL
 
Yo dije: Atenderé a mis caminos,
    Para no pecar con mi lengua;
    Guardaré mi boca con freno,
    En tanto que el impío esté delante de mí. (Salmo 39:1)

 

Tan pronto sale la palabra de nuestra boca ya no nos pertenece.  Quien la escucha se convierte en propietaria de ella y puede creerla, negarla, alegrarse, entristecerse o compartirla con otros.  Pocas cosas son tan poderosas como la palabra dicha.

Con lo que decimos podemos bendecir o maldecir a una persona ajena o cercana, amad o que nos resulte indiferente.  Con las cosas que decimos podemos hacer que nuestro matrimonio se enriquezca se convierta en historia y una mala historia.  Podemos encausar para bien la vida de nuestros hijos o ser el elemento determinante para que se estructuren en dolor. Podemos acercar a personas o hacer que los cercanos se retiren de nuestro entorno.  Podemos, como dice el salmista pecar o hacer que la vida de muchos transcurra placenteramente.

Aprendamos a retener aquellas palabras que no ayudan a nadie ni producirán buen fruto en la vida de quienes nos rodean.  Aprendamos de nuestro Padre a hablar para bien, a decir lo que conviene, a dar vida y bienestar a nuestra familia con lo que hablamos.  Roguemos a Dios nos ayude a no causar dolor a nuestros hijos y pareja, padre y amigos a través de lo que decimos cada día.

Comentarios

Entradas populares