LA DIFERENCIA LA HACE DIOS


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No fue con la espada
como ellos conquistaron esta tierra;
no fue la fuerza de su brazo
lo que les dio la victoria.
¡Fue tu mano poderosa!
¡Fue la luz de tu presencia,
porque tú los amabas! (Salmo 44:3)

No es suficiente enfrentar la vida con fuerza y determinación.  Sin el poder de Dios poco podemos lograr.

La enfermedad, el desempleo, la inseguridad, el desamor, los conflictos matrimoniales, los problemas con los hijos, no pueden ser derrotados tan solo con “ponerle ganas”  Si Dios no nos ayuda y defiende de ello, difícilmente saldremos bien librados.  Si Dios no nos acompaña en la lucha con facilidad claudicamos.  Sin su amor alentándonos el pronóstico siempre estará en nuestra contra.

Pongamos nuestra esperanza en Dios y enfrentemos la vida bajo su protección, dirección y aliento.  Con Él la victoria es eterna y ningún mal podrá hacer presa de nosotros.
 
 

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