EL QUE SE DESESPERA NO APRENDE
Pacientemente
esperé a Jehová,
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. (Salmo 40:1)
Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. (Salmo 40:1)
Con facilidad
nos desesperamos. Estamos tan
acostumbrados ya a las respuestas inmediatas que cualquier cosa que dure algunos
minutos sin duda alguna nos genera mucha ansiedad y frustración. La sociedad de consumo nos ha determinado
tanto con la solución fácil para nuestra necesidad que esperar nos resulta “conducta
de viejos” sin darnos cuenta que el que espera sin duda aprende.
Dios podría
darte la respuesta a tu oración de forma inmediata. Su poder es tal, que ningún esfuerzo es mucho
para Él, sin embargo su comprensión de la vida y de nosotros es aún más grande
que su poder y por ello decide esperar. Pero ¿Qué espera? Lo que espera es que la obra que está
haciendo en con el moldeo de nuestro carácter, la transformación de nuestros
valores y creencias y el cambio sobre nuestra visión de la vida, para ser las personas que puedan recibir la
bendición que hemos pedido. A Él no le
importa satisfacernos porque si, sino su interés está en moldearnos a fin de
que el tiempo de la bendición sea más significativo.
Su espera no es sinónimo
de desinterés, sino más bien es una muestra de amor incondicional. Nuestro deber es aprender a esperar y dejar
la frustración de lado a fin de llegar a ser como Él es.
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