Y SIN EL, ¿A DONDE VAMOS?


Que Dios te responda
cuando te encuentres en aprietos;
que el Dios de Israel
te brinde su protección.
Que Dios te envíe su ayuda
desde su santuario;
que Dios te dé su apoyo
desde Jerusalén.
Que Dios se acuerde siempre
de todas tus ofrendas,
y reciba con gusto los animales
que presentas en su honor.

Que Dios te conceda
lo que pidas de todo corazón,
y que haga realidad
lo que pienses hacer.
¡Lanzaremos gritos de alegría
cuando Dios te conceda la victoria,
y alabando a nuestro Dios
haremos ondear las banderas!
¡Que Dios te conceda
todo lo que pidas!

Ahora estoy bien seguro
de que Dios le dará la victoria
al rey que él ha elegido.
Sé que Dios le responderá
desde su santo cielo;
sé que con su poder
le dará al rey grandes victorias.

Algunos confían en sus carros de guerra,
otros confían en sus caballos,
pero nosotros sólo confiamos
en nuestro Dios.
Esa gente tropezará y caerá,
pero nosotros nos levantaremos
y seguiremos de pie.

Dios nuestro,
¡dale al rey la victoria!,
¡respóndenos cuando te llamemos! (Salmo 20)

Vivimos en una sociedad que nos enseña a competir, a pelear por lo que se desea, a buscar la forma de ser competentes y sobresalir a toda costa a través del ejercicio de nuestros talentos y habilidades por medio de crear una buena imagen de sí mismo comenzando por una buena apariencia.  Se nos demanda tener éxito y si no se adquiere, entonces se nos evalúa como fracasados.  Sin embargo nos enseñan que una vida exitosa comienza en Dios.

No hay forma de ser personas profesionalmente exitosas sin Dios guiando nuestra vida.  No hay manera de construir y ejercitar una paternidad responsable que beneficie a nuestros hijos en cualquier etapa de su vida, sin que Dios no tenga el control de ello.  La posibilidad de construir una relación sana de pareja es solo un sueño si Dios no es quien la construye.  No hay manera de disfrutar la vida si no aprendemos a vivirla de Dios.  Si el no responde nuestra oraciones y suplicas aunque nosotros nos aferremos a lograr nuestras metas, jamás veremos a victoria.  Si Dios no sale a nuestra defensa seremos presa de cañón del humanismo, del sensualismo, del materialismo, de la religiosidad, del pesimismo y de nuestras propias emociones y mentiras.

Solo la acción oportuna de Dios en nuestra vida puede darnos la victoria sobre toda circunstancia en cualquier etapa de nuestra vida.
 

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