¡SALVANOS DE NOSOTROS MISMOS!


Sálvanos, Dios mío,
pues ya no hay en este mundo
gente que te sea fiel.
Todo el mundo dice mentiras
y unos a otros se engañan;
ahora dicen una cosa,
y luego dicen otra. (SALMO 12:1)

¿Cómo somos?  ¿En qué clase de personas nos hemos convertido a lo largo de nuestra vida? El salmista veía como mucha gente dentro del pueblo de Dios vivía de tal manera que en lugar de bendecir dañaban a los que tenían cerca y ello le hacía sentir mal.

No fumar, no bailar, no embriagarse y no cometer pecados sexuales está bien.  Sin embargo nos sentimos tan satisfechos con  ello que olvidamos muchos de los defectos de nuestro carácter que terminan lastimando a los que tenemos cerca.  Criticamos con facilidad sin entender a las personas de quienes hablamos, creemos que nuestra forma de vida es la única y la mejor, pretendemos implantar en otros nuestros valores sin importarnos lo que los demás creen y piensan. Marginamos, ridiculizamos, nos burlamos de las carencias de otros, engañamos, vendemos nuestra lealtad por ideas, aceptación o dinero.  Somos infieles de muchas maneras y en muchos roles diferentes en nuestra vida.  Somos personas de doble ánimo. Hoy decimos una cosa y mañana otra opuesta a lo que habíamos dicho antes o a la palabra que habíamos empeñado.  Nos espantamos de de lo que otros hacen y valoramos como incorrectas, pero nosotros hacemos muchas otras a las cuales estamos acostumbrados y aun las justificamos, pero delante de Dios son tan malas y perversas como aquellas que criticamos.

Solo Dios puede salvarnos de quienes somos y de la ceguera en la que vivimos cada día.  Solo Dios puede ayudarnos a vernos tal cual somos y a mostrarnos el camino correcto en la vida.  Solo Dios puede darnos la salida a nuestros malos hábitos, codependencias, malas actitudes, autosuficiencia, criticas, chismes, etc.  Solo Dios puede hacer que nuestra vida cuente y valga algo.
 

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