¿DE QUE LADO ESTAS?


16-18 Tú, Dios mío, reinas para siempre
y escuchas la oración de los humildes.
Tú defiendes a los huérfanos
y a los que son maltratados;
tú los animas y les prestas atención.
Pero a los que no te reconocen
los echarás de tu tierra,
para que nadie en este mundo
vuelva a sembrar el terror. (Sal. 10:16-18)

Nuestro Dios es defensor de quienes sufren.  Su estima esta con aquellos que tienen un corazón roto.  A diferencia de la gente de nuestra generación que busca relacionarse solo con quienes perciben exitosos, Dios busca a quienes caminan con dolor por la vida.  A los que menos tienen, a aquellos que carecen de oportunidades y no pueden entender para si un futuro prometedor.

Hemos aprendido a valorar a las personas que ante nuestros ojos han logrado el éxito en la vida.  Queremos estar con la gente alegre, divertida, que puede adquirir lo que desea, viajar, ir a los mejores lugares, vestir con ropa de “marca” y disfrutar de las comodidades que se nos promueven en los medios electrónicos de comunicación.  Hasta queremos ser como ellos y envidiamos su estilo de vida.  Como el salmista, vemos que todo le sale bien, sin embargo olvidamos que entre todo lo que tienen, muchos de ellos carecen de algo: el amor de Dios.  No todos por fortuna, pero si muchos de ellos viven lejos de la gracia del Padre. 

Dios no valora a las personas de la misma forma.  El “no ve la apariencia, sino el corazón”  Él se identifica con aquellos que sin tener el éxito que nosotros valoramos, ponen su esperanza en Él.  Él se mantiene cerca de los que sufren pobreza, enfermedad, desamor.  De aquellos que no tienen y nunca tendrán buenas oportunidades ante nuestros ojos.  Él se mantiene cerca de los que sufren de marginación por cualquier condición que nuestra sociedad promueva.  Nuestro Dios está a favor del pobre, del que sufre depresión, del que llora por soledad, del que no puede llevar alimento suficiente a su casa a pesar de que trabaja duro cada día.  La pregunta es, ¿Nosotros a favor de quienes estamos? ¿Valoramos a quienes nos rodean como Dios lo hace o somos el resultado de los medios de comunicación? ¿Nos identificamos con quienes sufren o les damos la espalda? ¿Solo somos amigos de los que tienen el poder o también brindamos nuestro tiempo y afecto a quienes no pueden darnos nada? No podemos ser hijos de Dios y menospreciar a los que menos tienen en la bolsa, en el corazón y en todo lo que les rodea.
 

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