¡NO CONTABAN CON SU ASTUCIA!


 
 
Llegó el día trece del mes de Adar,[a] cuando debía cumplirse la orden del rey para que los judíos fueran destruidos. ¡Pero ocurrió lo contrario, porque ese día los judíos triunfaron sobre sus enemigos! (Ester 9:1)

¿De dónde vine nuestra victoria? Es más ¿tenemos victoria?  Nada que no venga de la mano de Dios es una victoria.  Podrán ser buenos resultados.  Nos harán sonreír y hasta alégranos, pero la victoria solo la da Dios a quienes le siguen.

Él es fuerzo y la dedicación personal siempre serán necesarios, pero si Dios no está de nuestro lado, tardo o temprano el tinglado que hemos amado caerá sobre nosotros mismos.  La victoria de Dios no es temporal sino eterna.  Mardoqueo lo vivió.  Creyó que Dios podría salvarlo de sus enemigos, no solo a él sino también a todo los suyos y así paso.  Aun Ester creyó en Dios y por ello puso en riesgo su vida pero al final vieron la mano de Dios defendiéndoles.

Nosotros lo cantamos cada domingo, decimos amen a los post del Facebook que hablan de la provisión y el cuidado de Dios, pero a la hora de la verdad, terminamos manipulando, chantajeando, reclamando y frustrándonos.  La verdad es que confiamos más en nuestras fuerzas que en Dios, confiamos más en nuestros planes que en los de Dios y confiamos más en nuestras relaciones que en Dios.  De nada sirve todo ello si Dios no pelea nuestras batallas.  De nada sirve lo que podamos hacer si Dios no es quien provee para nosotros.  Nunca olvidemos que solo Dios hace de las victorias hechos eternos.  Solo Él es capaz de arrebatarnos de las manos de quien busca nuestro mal, de quien nos traiciona, de quien nos usa y de quien finge amistad.
 
 

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