¿ES SUFICIENTE NO HACERLE MAL A NADIE?
1 Había una vez, en cierto país llamado Uz, un
hombre muy bueno y honrado. Siempre obedecía a Dios en todo y evitaba hacer lo
malo. Se llamaba Job, 2-3 y era el hombre más rico en la región
del este. Tenía siete hijos y tres hijas, y muchos esclavos a su servicio.
Además, era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, mil bueyes y
quinientas burras.
4 Los hijos de Job hacían grandes fiestas, y siempre
invitaban a sus tres hermanas para que comieran y bebieran con ellos. Eran
tantas las fiestas que hacían, que se iban turnando entre ellos. 5 Después
de cada fiesta, Job llamaba a sus hijos y celebraba una ceremonia para pedirle
a Dios que les perdonara cualquier pecado que pudieran haber cometido. Se levantaba
muy temprano y le presentaba a Dios una ofrenda por cada uno de sus hijos. Job
hacía esto pensando que tal vez sus hijos podrían haber ofendido a Dios o
pecado contra él. Para Job, esto era una costumbre de todos los días. (Job
1:1-5)
¿Cómo sabemos que lo que hacemos es correcto? Si evaluamos nuestro conducta a la luz de
nuestros ojos o los valores sociales, seguramente salimos bien librados, con
eso que todo es correcto si no le hacemos “mal a nadie” pues cualquier cosa en
el terreno de lo “bueno” Job no era un
hombre que se conformara en pensar que estaba bien, el buscaba entender su vida
en base a los valores de Dio y no los de su sociedad.
Hoy nosotros caemos en la trampa de vernos a la luz
de las creencias, valores y prioridades de la gente que nos rodea y dejamos de lado
la verdad de Dios. Se nos olvida que
para el hombre hay caminos que le resultan correctos, pero al final llevan al
dolor y muerte. Nosotros somos laxos
cuando se trata de justificar nuestro proceder.
Nos permitimos muchos sentimientos, pensamientos y conductas que repudiamos
en otros. Nos permitimos hacer y vivir
cosas que sabemos que a Dios le desagradan.
Dejamos de lado que fuimos llamados a alcanzar en la gracia, la estatura
del varón perfecto y nos dedicamos a perseguir el éxito, el amor, el bienestar
y la satisfacción personal.
Seguramente a nuestros ojos somos aprobados en
todo, pero ante los ojos de Dios, ¿Podríamos permanecer en pie?
Comentarios
Publicar un comentario