EN EL HAY ESPERANZA
11 Job
tenía tres amigos: Elifaz, que era de la región de Temán; Bildad, de un lugar
llamado Súah; y Zofar, de un lugar llamado Naamat. Cuando supieron todo lo malo
que le había sucedido a Job, se pusieron de acuerdo para ir a consolarlo y
decirle cuán tristes estaban por la muerte de sus hijos.
12 Al llegar a donde vivía Job, lo vieron de lejos,
y no lo reconocieron; pero cuando ya estuvieron frente a él, comenzaron a
llorar y a gritar. Enseguida rompieron su ropa y se echaron ceniza sobre la
cabeza para mostrar su tristeza. 13 Durante siete días y siete noches estuvieron
sentados en el suelo, haciéndole compañía. Era tan grande el sufrimiento de Job
que ninguno de ellos se atrevía a decirle nada. (Job 2:11-13)
¿Qué pasa cuando en medio de una
situación complicada para nosotros nadie nos puede decir una solo palabra de
aliento o esperanza? Job estuvo siete días con sus mejores amigos y ninguno
de ellos pudo decir nada. Reaccionaron
conforme a los valores de su cultura.
Lloraron, rasgaron sus ropas y hasta pusieron ceniza sobre su cabeza,
pero nadie dijo nada.
Así nos pasa a veces. En medio de dolor, vergüenza, tristezas,
desamor, etc. Muy pocos tienen para nosotros una palabra que nos aliente a
seguir. Es más fácil recibir juicios, critica,
desinterés que compañía que aliente. ¿Por qué? Porque quienes están en nuestro
entorno también viven con dolor y quienes viven así difícilmente pueden ver el
dolor en otros. Es por ello que nuestro
aliento y esperanza en la vida están en Dios y no en los amigos.
En medio de la lucha y
situaciones dolorosas, solo Dios es el único que tiene para nosotros aliento,
esperanza, consuelo y ánimo. Solo Él es
el único que puede sacarnos de todo aquello que nos agobia en la vida. Nuestra esperanza no está en los amigo. Ellos también llevan equipaje que les pesa. Nuestra
libertad y sanidad está en quien se dio para darnos libertad y vida. En Él las luchas diarias se convierten en
victorias y esperanza. Las lágrimas en sonrisas
y el desamor en sanidad del alma.
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