¿SEGUIMOS A DIOS?
Después de estas cosas el rey Asuero
engrandeció a Amán hijo de Hamedata agagueo, y lo honró, y puso su silla sobre
todos los príncipes que estaban con él.
2 Y todos los siervos del
rey que estaban a la puerta del rey se arrodillaban y se inclinaban ante Amán,
porque así lo había mandado el rey; pero Mardoqueo ni se arrodillaba ni se
humillaba.
3 Y los siervos del rey
que estaban a la puerta preguntaron a Mardoqueo: ¿Por qué traspasas el
mandamiento del rey?
4 Aconteció que hablándole
cada día de esta manera, y no escuchándolos él, lo denunciaron a Amán, para ver
si Mardoqueo se mantendría firme en su dicho; porque ya él les había declarado
que era judío.
5 Y vio Amán que Mardoqueo
ni se arrodillaba ni se humillaba delante de él; y se llenó de ira.
6 Pero tuvo en poco poner
mano en Mardoqueo solamente, pues ya le habían declarado cuál era el pueblo de
Mardoqueo; y procuró Amán destruir a todos los judíos que había en el reino de
Asuero, al pueblo de Mardoqueo.
7 En el mes primero, que
es el mes de Nisán, en el año duodécimo del rey Asuero, fue echada Pur, esto
es, la suerte, delante de Amán, suerte para cada día y cada mes del año; y
salió el mes duodécimo, que es el mes de Adar.
8 Y dijo Amán al rey
Asuero: Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos en todas las
provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no
guardan las leyes del rey, y al rey nada le beneficia el dejarlos vivir.
9 Si place al rey, decrete
que sean destruidos; y yo pesaré diez mil talentos de plata a los que manejan
la hacienda, para que sean traídos a los tesoros del rey.
10 Entonces el rey quitó
el anillo de su mano, y lo dio a Amán hijo de Hamedata agagueo, enemigo de los
judíos,
11 y le dijo: La plata que
ofreces sea para ti, y asimismo el pueblo, para que hagas de él lo que bien te
pareciere.
12 Entonces fueron
llamados los escribanos del rey en el mes primero, al día trece del mismo, y
fue escrito conforme a todo lo que mandó Amán, a los sátrapas del rey, a los
capitanes que estaban sobre cada provincia y a los príncipes de cada pueblo, a
cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua; en nombre
del rey Asuero fue escrito, y sellado con el anillo del rey. (Ester 3:1-12)
Hacer lo correcto no siempre trae buenos resultados a primera
vista. Mardoqueo sabía que no debía inclinarse
ante nadie que no fuera su Dios y también sabia, que ello le causaría
problemas, sn embargo toma el riesgo y fue fiel a sus principios y lealtades.
Hoy nosotros con facilidad claudicamos a la verdad de Dios. La necesidad de ser aceptados por nuestro
amigos y familiares es más fuerte y sin empacho hablamos como ellos, valoramos
lo que ellos valoran, vivimos con ellos lo hacen y creemos lo que ellos creen
sobre el amor, la amistad, el trabajo, la escuela, el orden, la disciplina, la
fidelidad, el perdón, etc. Sin importar
lo que Dios nos ha mostrado y que es mejor.
Preferimos ser reconocidos y aceptados por las personas y dejamos a Dios
a un lado. Resumimos nuestra relación con
Dios a lo religioso y decidimos vivir como quienes nos rodean a fin de no ser
rechazados.
Vivir para Dios nunca será fácil.
Muchas veces será hasta riesgoso, pero siempre será lo mejor para
nuestra vida. Quien vive a expensas de
la opinión de los demás y olvida la de Dios, sin duda terminará metido en mucha
frustración, dolor y vergüenza. Por la
vida cierta y plena solo se encuentra en Dios.
El pecio por ser aceptado por quienes viven fuera de la verdad de Dios,
es alto y el fin pobre en todo sentido.
El gozo verdadero y la vida satisfactoria está en ser fieles a Dios y
hacer su voluntad en todo. Seguir el
consejo de quienes viven en ceguera emocional y espiritual nunca producirá en
nosotros plenitud.
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