PERO FUE SIN QUERER QUERIENDO...
El
día veinticuatro del mes de Etanim,[a] los israelitas se reunieron para ayunar.
Para demostrar que estaban arrepentidos, se pusieron ropas ásperas y se echaron
tierra sobre la cabeza. 2 Después
de apartarse de todos los extranjeros, se pusieron de pie, confesaron sus
pecados y reconocieron la maldad de sus antepasados. 3 Durante tres horas
permanecieron en ese mismo lugar, mientras se les leía el libro de la Ley de
Dios. Las tres horas siguientes las dedicaron a confesar sus pecados y a adorar
a Dios. (Nehemías 9:1-3)
¿Qué hacemos con
el pecado? Israel en la época de
Nehemías al escuchar lo que Dios había dicho y lo que esperaba de ellos, se
dolieron por su proceder y declararon que lo que había estado haciendo y la
forma en que estaban viviendo no era la mejor y que sin dudada el dolor vivido
y producido era la consecuencia directa de su falta de prudencia y necedad.
Nosotros ¿qué
hacemos con el pecado hoy día? Muchas
veces ni nos percatamos de que lo que hacemos no sea lo mejor para nosotros así
que lo vivimos una y otra vez sin tomar conciencia de lo que asa. Otras muchas veces más lo ocultamos. Tratamos de hacernos creer y hacer creer a
los cercanos que todo está bien y no hay conductas que modificar ni medios de satisfacción
que cuestionar. Nos vestimos de “gente
buena y religiosa” y seguimos adelante. Recibimos aplausos de la gente de la
iglesia por lo buen creyente que somos y dejamos todo “debajo de la alfombra” Otras veces, tomamos conciencia de que lo que
hacemos es incorrecto, que estamos buscando satisfacción en medios falsos y que
nuestro proceder es incorrecto, pero solo es un acto “intelectual” Sabemos y entendemos, pero no hay
constricción por lo que hemos hechos. En
realidad no nos duele nuestro proceder y tampoco nos apenamos por lo que hemos
hecho pasar a quienes nos aman, respetan, valoran o simplemente son
cercanos. No cambiamos nuestra conducta
y concluimos que simplemente “Dios nos hizo así”
No hay
arrepentimiento sin cambio de forma de vivir.
Entender no es suficiente.
Debemos de llegar al punto que nuestro proceder sea renovado. De otra forma solo es un asunto
religioso. La vida en Dios no es
oscuridad, sino luz. No es desorden sino armonía. No son reglas, sino cambio de ética. No es mentira, sino transparencia de vida. Si ocultamos nuestro pecado JAMAS
prosperaremos en esta vida. Una y otra
vez nos veremos atrapados en emociones que no buscábamos, resultados
profesionales que no deseamos, relaciones que nos destruyen y roles a los que
no hemos sido llamados. No ocultemos el
pecado, no disfrutemos vivir en el. No
nos conformemos con ser gente rígida, intolerante y disfrazada de creyentes. Confesemos a DIOS NUESTRO PECADO y cambiemos
nuestra forma de vivir a fin de ser y disfrutar todo lo que Dios nos ha dado.
Comentarios
Publicar un comentario