¡SOPAS!.. ¿Y SI SE ACABA?
1-5 Cuando
Abiam murió, lo enterraron en la Ciudad de David. Asá, su hijo, reinó en su
lugar, y en esa época Dios le permitió al pueblo disfrutar de diez años de paz.
Asá obedeció a Dios en todo,
y mandó quitar de todas las ciudades de Judá los pequeños templos de las
colinas, en los que el pueblo adoraba a dioses falsos; hizo pedazos los ídolos
y las imágenes de la diosa Astarté. Además, le ordenó a toda la gente de Judá
que adorara al Dios de sus antepasados y que siempre obedeciera su ley.
6-7 Asá
aprovechó que había paz, y le dijo al pueblo:
«Dios nos ha permitido estar
en paz con nuestros enemigos, pues hemos vuelto a obedecer sus mandamientos.
¡Ahora es el momento de reforzar la seguridad de nuestras ciudades! Vamos a
construir murallas alrededor de ellas, y torres y puertas con buenos seguros».
El pueblo estuvo de acuerdo,
y logró fortalecer las ciudades con gran éxito. (2 Crónicas 14:1-7)
¿Cómo aprovechamos las bendiciones de Dios? Asa se dio cuenta de que Dios bendecía su
nación y actuó sabiamente. No
desaprovecho el tiempo de paz que les concedía y se comprometió hacer cosas que
trajeran bendición para él y los suyos.
Muchas veces Dios trae bendición a nuestra familia a través de buenos
tiempos de salud, de prosperidad económica, de buenas relaciones con el
conyugue, los hijos o los padres y sin embargo dejamos que ello pase sin pena
ni gloria. Pasa lo mismo en nuestros trabajo, con el negocio, con los amigos,
en el colegio, etc. No nos damos cuenta
que Dios nos bendice y damos por senado que las circunstancias presentes nunca
cambiaran. Creemos que siempre nos
amaran, que siempre alguien proveerá para nuestras necesidades, que las buenas
relaciones laborales nunca se acabarán, que los temas escolares nunca se harán más
complicados o que los maestros jamás exigirán más. No aprovechamos lo que Dios nos da y lo
dejamos perder como si fuera un bien renovable.
No
seamos imprudente y demos buen uso a cada bendición que Dios nos da. Valoremos nuestro matrimonio, nuestros hijos,
nuestra vida familiar, a nuestros padres, los amigos que siempre están a
nuestro lado en todo tiempo. Valoremos
nuestro trabajo, el negocio que tenemos, la salud que Dios nos da. Cuidemos cada cosa que Dios nos da y a
provechemos bien el tiempo de paz que Dios nos regala. Todo regalo perfecto viene de Dios sin duda,
pero es nuestro deber ser buenos administradores de ello.
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