¿LA ULTIMA COCA COLA DEL DESIERTO?
16 Ozías
llegó a tener tanta fama y poder que se volvió orgulloso, y fue precisamente su
orgullo lo que causó su ruina. Llegó a tal punto su orgullo que un día entró en
el templo y quiso quemar incienso en el altar, lo cual Dios permitía sólo a los
sacerdotes. 17 Pero
entonces entró el sacerdote Azarías, junto con ochenta sacerdotes más, y con
mucho valor 18 se
le enfrentaron al rey y le dijeron:
«Solamente
nosotros los sacerdotes podemos quemar el incienso, pues somos descendientes de
Aarón y para eso nos eligió Dios. Usted no puede hacerlo, aunque sea el rey,
así que ¡salga de inmediato!, pues ha ofendido a Dios, y él lo humillará».
19 Ozías estaba de pie, junto al altar, y a punto de
quemar el incienso. Al oír a los sacerdotes, se enojó contra ellos, pero de
inmediato, y ante la mirada de todos, su frente se llenó de lepra.
20 Entonces los
sacerdotes lo sacaron rápidamente del templo, y hasta el mismo rey se apresuró
a salir, pues sabía que Dios lo había castigado.
21 Hasta el día de su muerte, el rey Ozías fue un
leproso, y por eso tuvo que vivir en un cuarto separado del resto del palacio.
Ni siquiera podía ir al templo de Dios. Por eso su hijo Jotam se encargó de
gobernar al pueblo. (2 Crónicas 26:16-21)
Nada arruina más nuestra vida
que el orgullo. Ozías vivió en carne
propia las consecuencias de pensar que era capaz y olvidar de que todo lo que
había logrado venía de la mano de Dios y no eran el resultado de sus
capacidades y esfuerzos.
Cuando las cosas nos salen como
pensamos perdemos con facilidad “el piso”
Es cuestión de sentirnos exitosos en nuestro desarrollo profesional para
tener la falsa idea de que somos los mejores profesionales que hay y que por lo
tanto merecemos gastar nuestro dinero en nuestros deseos, hacer lo que deseamos
y estar con quien nos venga en gana.
Cuando las cosas van bien en casa con los hijos olvidamos que es Dios
quien nos da esa gracia y empezamos a olvidarnos de ellos asumiendo que estamos
haciendo un gran trabajo como padres y dejamos de lado sus necesidades reales
de aceptación, respeto, atención. Cuando
nos sentimos amados por nuestro conyugue y percibimos que tenemos su atención y
cariño, muchas veces asumimos que nos lo merecemos porque somos un excelente
esposo o esposa y dejamos de lado el cuidar el amor que nos da sin percatarnos de
que, ello también es un maravilloso regalo que viene de la mano de Dios.
Nos sentimos también con
nuestros logros que menospreciamos el favor de Dios al pensar que estos (los
logros) son nuestros, cuando en realidad es Él quien nos regala bienestar
profesional, nuestro paga de cada mes, la salud y el ánimo para salir a
trabajar cada día, a nuestros hijos, la oportunidad de estudiar para después poder
ganarnos la vida en un buen empleo y a nuestro esposo o esposa. No somos nosotros es Dios quien logra todo en
nuestra vida. No olvidemos eso y cuando
tengamos el ánimo de sentirnos fuertes y capaces recordemos que sin Dios no
seríamos ni la mitad de quienes hoy hemos llegado a ser.
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