En la casa del Jabonero...






En cuanto Roboam se dio cuenta de que su reino era firme y poderoso, él y todo el pueblo de Israel dejaron de obedecer la ley de Dios. Por esa razón, cuando Roboam cumplió cinco años en el reinado, Dios permitió que Sisac, rey de Egipto, conquistara a los israelitas.

Sisac tenía un ejército de mil doscientos carros de combate y sesenta mil jinetes; además, venían con él soldados libios, suquienos y etíopes, en tal cantidad que no se podían contar. (2Cronicas 12:1-2)

Con cuanta facilidad perdemos piso.  Tan pronto nos sentimos fuertes, con un poquito de capacidad económica, profesionalmente estables, amados por el conyugue, emocionalmente fuertes, empezamos hacer barrabasadas en nuestra vida y nos olvidamos de Dios y de caminar a su lado.   Roboam tan pronto sintió que estaba firme en su reino, dejo de considerar a Dios y menosprecio su amistad y voluntad.

Hay etapas en la vida en la que nos sentimos muy seguros y fuertes y creemos que ello es el resultado de nuestras capacidades y olvidamos que todo lo que somos, tenemos y hemos logrado solo es el resultado de la gracia divina y no de nuestras fuerzas.  Y ¿Cuál es la consecuencia?  Terminamos siendo esclavos de nuestro orgullo, incapacidades y miedos.

No cometamos el error de Roboam.  Sin Dios no somos nada. Si no caminamos a su lado el logro alcanzado siempre será temporal y sin hacer su voluntad, terminaremos triste.

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