¿QUIERES QUE HABLEN BIEN DE TI?
Cuando la reina de Sabá escuchó hablar de lo famoso que
era Salomón, decidió ir a visitarlo. Ella quería hacerle preguntas difíciles
para ver si era tan sabio como decían. Llegó a Jerusalén acompañada de sus
consejeros, y con camellos cargados de perfumes y gran cantidad de oro y
piedras preciosas.
Cuando se encontró con Salomón, ella le hizo todas las
preguntas que había preparado. 2 ¡Y Salomón contestó todas
ellas! No hubo nada que no pudiera explicarle.
3-4 La reina quedó maravillada al ver lo
sabio que era Salomón. También tuvo tiempo para admirar la hermosura del
palacio, la rica comida que servían a la mesa, los asientos que ocupaban los
asistentes, el aspecto y la ropa de todos los sirvientes, y en especial la de
los que servían el vino al rey. Y al ver todos los animales que el rey daba
como ofrenda en el templo de Dios, se asombró 5 y
le dijo al rey:
«Todo lo que escuché en mi país acerca de lo que has
hecho, y de lo sabio que eres, es cierto. 6 Yo no lo creía,
pero ahora lo he visto con mis propios ojos, y sé que es verdad. En realidad,
no me habían contado ni siquiera la mitad. ¡Eres más sabio y rico de lo que yo
había escuchado! 7 ¡Qué
felices deben ser tus esposas! ¡Y qué contentos deben estar todos tus
servidores, pues siempre cuentan con tus sabios consejos! 8 ¡Bendito sea tu Dios, a quien
le agradó tu conducta y te hizo rey de Israel, para que reines en su nombre y
gobiernes con justicia! No hay duda, ¡Dios ama a Israel, y su pueblo
permanecerá por siempre!»
9-11 Después la reina de Sabá le dio a
Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro, y gran cantidad de perfumes
y piedras preciosas. Además, los barcos de Hiram y los de Israel, que habían
traído desde Ofir el oro para Salomón, trajeron de allá gran cantidad de madera
de sándalo y piedras preciosas. Con esa madera el rey hizo barandas para el
templo de Dios y para el palacio. También hizo para los músicos arpas y liras.
Nunca antes se había visto algo así en el territorio de Judá.
12 El rey Salomón le dio a la reina de
Sabá todo lo que ella le pidió, lo cual fue mucho más de lo que ella le había
traído. Después ella volvió a su país con sus consejeros. (2 Crónicas
9:1-12)
Nos gusta
que la gente piense y hable bien de nosotros.
Gastamos mucha energía emocional tratando de construir una imagen
positiva de nosotros mismos y normalmente terminamos frustrados al darnos
cuenta que, a pesar de todo el esfuerzo siempre hay alguien que ve algo que no
pudimos ocultar muy bien. En esa etapa
de su vida, Salomón recibía siempre una opinión positiva de su forma de
vida. La gente le admiraba por quien era y por lo que había logrado. ¿Cómo paso esto? ¿De qué manera este rey pudo construir una
imagen tan buena de si? Hizo la voluntad
de Dios, no la suya.
La voluntad
nunca nos llevará a un estilo de vida en donde su gracia no sea suficiente para
sostenernos. La buena opinión de los
demás sobre nosotros, su estima, el valor que nos dan, proviene de Dios. Es una gracia divina, no solo un esfuerzo por
hacer bien las cosas o ser buenas personas.
Caminar con Dios y vivir como Él vive, sin duda alguna nos traerá como
resultado el respeto, admiración y afecto de muchos. No podemos desgastarnos tratando de conseguir
todo ello en nuestra fuerza. No podemos
invertir nuestra vida tratando que la gente diga que somos “buenos” No fuimos llamados a ser personas que vivan preocupados
por lo que opinan los demás de nosotros.
Fuimos llamados a ser como nuestro Padre y sin dunda todo aquello se
añadirá.
Salomón fue respetado
no porque vivió tratando de conseguir ello, sino porque hizo todo aquello a lo
que fue llamado. Caminó con Dios,
priorizo su vida de acuerdo con la verdad de Dios, organizó sus emociones tal y
como Dios le demando y entonces, el buen nombre fue un “regalo” que Dios le
dio. No seamos adictos a buscar la buena
opinión, mejor caminemos con Dios, hagamos su voluntad e imitemos su conducta,
lo demás sin duda vendrá de su mano.
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