¿...DE VERDAD SOMOS LO QUE DEJAMOS VER?




Entonces, a la vista de todo el pueblo, Salomón se puso de rodillas delante del altar de Dios, y levantando sus manos al cielo (2 Crónicas 6:13)

¿Qué hacemos a la vista de todos?  ¿Lo que sabemos que esperan de nosotros, lo que creemos que esperan de nosotros o lo que Dios espera de nosotros?  Salomón fue congruente con lo que sentía, creía y hacía en esta etapa de su vida.  No le importo su posición. El adoró a quien reinaba por encima de él.

Nosotros hemos aprendido a hacer cosas solo por ser visto.  Para que digan que somos buenas personas, buenos padres, buenos conyugues, buenos amigos, etc.  Sin embargo en nuestro interior la realidad es otro.  Fingir no es un valor en el Reino de Dios.  No se trata de ser bien visto los domingos en la reunión o en el grupo de casa por la semana.  No se trata que el pastor de la iglesia hable bien de nosotros porque hacemos las cosas que él espera que hagamos.  Se trata de ser congruentes.  De ser personas emocionalmente ciertas.  Hombres y mujeres que han lo que dicen porque hay una convencimiento emocional que proviene de una vida transformada por Dios y no por disciplina, pena o necesidad de aceptación.

Salomón adoro, porque en su corazón, en su intimidad había adoración.  No era una actuación, no fingía, no manipulaba.  Adoró porque su vida era transformada desde su interior por el amor del Padre.  Seamos gente honesta, congruente, transformada.  Que la gracia de nuestro padre y su buen ejemplo nos mueven a vivir en honestidad emocional.


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