¿SABES A QUIEN LE ABRES EL CORAZÓN?
Merodac-baladán hijo de Baladán, que era rey de Babilonia,
se enteró de que Ezequías había estado enfermo, así que le envió mensajeros con
cartas y un regalo. 13 Ezequías les dio la bienvenida y les
mostró todos los tesoros del palacio, el oro y la plata, los perfumes, los
aceites finos, y las armas y todo lo que había en las bodegas. Recorrieron todo
el palacio y el reino, y no hubo nada que Ezequías no les mostrara.
14 Entonces el profeta Isaías fue a ver al
rey y le preguntó:
—¿Y esa gente de dónde vino? ¿Qué te dijeron?
Ezequías respondió:
—Vinieron de Babilonia, que es un país muy lejano.
15 Isaías le preguntó:
—¿Qué vieron en tu palacio?
Ezequías contestó:
—¡Todo! Les mostré todo lo que tengo en mi palacio y en mis
bodegas.
16 Entonces Isaías le dijo:
—Escucha este mensaje de parte de Dios: 17 “En
el futuro, todo lo que hay en tu palacio será llevado a Babilonia. Se llevarán
todo lo que juntaron tus antepasados hasta el día de hoy. No va a quedar nada. 18 También
a algunos de tus hijos se los llevarán a Babilonia, y allí los harán esclavos y
no les permitirán tener descendientes”.
19 Ezequías pensó que por lo menos vivirían
seguros y en paz mientras él fuera rey, así que le respondió a Isaías:
—Si así lo quiere Dios, está bien. (2 Reyes 20:12-19)
Mostrar el corazón no necesariamente trae buenos frutos. Ezequías dejo ver todo lo que había en su
vida a quienes no debía. Gente extraña
quienes debían ser ajenos a todo lo que este hombre guardaba. Sin embargo, lo hizo porque juzgo que sería
bueno, considero que estas eran “buenas personas” que traerían bendición a su
vida sin darse cuenta que a la larga todo se volvería violencia y esclavitud.
Nosotros con facilidad nos permitimos intimar, cultivar amistad,
establecer vínculos afectivos con personas que no necesariamente traerán paz a
nuestra vida. Les incluimos a nuestra
vida pensando que es una muy idea y sin
embargo a la larga terminamos metidos en un montón de líos y sentimientos
encontrados. Dejar ver el corazón,
acercarnos a personas para intimar de alguna manera con ellos, es un asunto que
debe de preocuparnos y al que debemos abordar con inteligencia y dirección de
Dios, porque si no, terminaremos como los descendientes de Ezequías,
esclavizados a afectos que lastiman, vínculos que no con facilidad se rompen,
recuerdos que no deberían estar en nuestra memoria y emociones encontradas que
terminan lastimando.
No dejemos ver nuestros tesoros.
No mostremos nuestro interior a cualquiera, sino solo a aquellos que
Dios nos regala como bendiciones que sin duda solo traerán paz.
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