¿OBEDECER?
Joaquín comenzó a reinar a
los dieciocho años. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró
tres meses. Su madre era de Jerusalén, y se llamaba Nehustá hija de Elnatán. 9 Joaquín desobedeció a Dios, al igual que su padre.
10 Durante el
reinado de Joaquín, el ejército de Babilonia fue y rodeó la ciudad de Jerusalén
para atacarla. 11 Cuando los
soldados ya la tenían rodeada, llegó el rey Nabucodonosor. 12 Entonces Joaquín y su madre,
junto con sus sirvientes, sus asistentes y los jefes de su ejército se
rindieron, y el rey de Babilonia los tomó prisioneros. Esto ocurrió cuando
Nabucodonosor tenía ya ocho años como rey de Babilonia.
13 Nabucodonosor
tomó todos los tesoros del templo y del palacio de Jerusalén, y rompió todas
las vasijas de oro que había hecho el rey Salomón. Así se cumplió lo que Dios
había anunciado. 14-16 Nabucodonosor
se llevó diez mil prisioneros en total, entre los que estaban los oficiales,
siete mil soldados valientes, y mil artesanos y herreros. También se llevó
prisioneros al rey Joaquín, a su madre, a sus esposas, a su guardia personal, y
a los más importantes líderes del país. Sólo dejó en Jerusalén a los más pobres.
17 Después Nabucodonosor
nombró como rey a Matanías, tío de Joaquín, pero antes le cambió el nombre, y
lo llamó Sedequías. (2 Reyes 24:13-17)
La Biblia dice que satanás vino
para matar, hurtar y destruir. Nada
bueno puede venir a nuestra vida si procede de su boca. Pero ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué el maligno puede traer dolor a
nuestra vida? ¿Por qué puede enfermar nuestro cuerpo, traer pobreza, problemas
en la familia, dificultades laborales y escolares? La respuesta es simple pero muy seria. Porque nos olvidamos de obedecer a Dios de
verdad. En el mejor de los casos nos
conformamos con aparentar que obedecemos, pero en la intimidad de nuestro
corazón, los motivos de nuestras acciones revelan que distamos mucho de vivir
en la verdad de nuestro padre.
Israel vivió esto en carne
propia, su desobediencia los llevo a vivir sitiados, violentados, temerosos,
sin futuro agradable a la vista y finalmente saqueados y secuestrados. Vivir lejos de Dios no trae nunca bendición a
nuestra vida, pues siempre será la oportunidad perfecta del maligno para
destruirnos y someternos.
No se trata de ser religiosos o
ser inflexibles creyendo que ello es obediencia. Se trata de vivir en congruencia entre
nuestros motivos y nuestras acciones.
Obedecer implica más que seguir una regla, implica más que hacer “lo
bueno” es mucho más que cumplir con las expectativas
de los hermanos de la iglesia. Obedecer
es hacer lo que Dios quiere, por las razones que Él considera son las
correctas. Obedecer no es aparentar ser
buenos, sino dejar que Dios transforme nuestro carácter, valores y
creencias. Obedecer es vivir como Dios
vive. Obedecer muestra de quien somos
hijos.
Yo hoy quiero aprender a
obedecer, no porque si no lo hago hay castigo, sino, porque anhelo ser como es
mi padre y así disfrutar la vida como Él lo hace. ¿y tu?
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