¿Y NUESTROS HIJOS POR QUE?


Ahaz hijo de Jotam comenzó a reinar en Judá a los dieciséis años, cuando Pécah ya tenía diecisiete años de gobernar en Israel. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró dieciséis años. Tampoco siguió el ejemplo de su antepasado David, sino que desobedeció a Dios, tal como lo habían hecho los otros reyes de Israel. Ahaz mandó a quemar a su hijo como un sacrificio en honor de un dios falso, y así siguió la costumbre vergonzosa de las naciones que Dios había expulsado del territorio israelita. También ofreció sacrificios y quemó incienso a los dioses en los pequeños templos de las colinas y bajo la sombra de los grandes árboles. (2 Reyes 16:1-4)
Dañar a los hijos, es algo que hacemos con mucha frecuencia.  Sin darnos cuentos, y muy al estilo siglo XXI, hacemos lo mismo que Ahaz.  Estamos tan ocupados en encontrar nuestra felicidad y satisfacción, que dejamos de lado sus necesidades emocionales y espirituales.  Estamos tan ocupados  en ser el centro de nuestra vida, que todo lo que está en la periferia de nos importa ni le damos el valor que merece.
Ahaz, vivía su vida tan lejos de Dios, que no le importo sacrificar a su hijos a favor de su dios.  Hoy hacemos lo mismo.  Vamos a la iglesia cada domingo, pero caminamos tan lejos de Dios, que a diario nuestros hijos pagan por nuestras decisiones locas, nuestras necesidades no resueltas y seños personales.  Pagan con abandono, con escases, malas palabras, frustración e ira de nuestra parte, inseguridad.  Tenemos que considerar nuestro proceder y buscar ser para nuestros hijos bendición y no ellos la moneda de cambio de nuestra forma de vida.

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