NUNCA SE ES FELIZ APARENTANDO


Dios le dijo a Jehú: «Has actuado bien. Destruiste a la familia de Ahab, tal como yo quería. Por eso tus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos reinarán en Israel».
31 A pesar de eso, Jehú no se preocupó por obedecer de todo corazón los mandatos del Dios de Israel. Siguió cometiendo los mismos pecados que Jeroboam, quien hizo pecar a los israelitas.
32-33 Por aquel tiempo, Dios comenzó a hacer más pequeño el territorio israelita. El rey Hazael venció a los israelitas y les quitó las regiones de Galaad y Basán, al este del río Jordán, y la región al norte de Aroer, cerca del río Arnón. Éste era el territorio de las tribus de Gad, Rubén y Manasés. (2 Reyes 10:30-33)
Hacer lo que uno piensa que es correcto no siempre es suficiente.  La autojusticia es la trampa más grande y sutil en la que podemos caer.  Jehú hizo todo aquello que Dios le pidió y que quedaba a la vista de los demás.  Aun tenía un respeto profundo por Dios, pero su corazón estaba dividido.  Mientras juzgaba a la casa de Acab y los exterminaba para dar un nuevo comienzo a la nación, el también adoraba a otros dioses. Aun Dios le había dado grandes promesas para el y los suyos pero ni así su corazón se ajusto totalmente a la verdad de Dios y su amor hacia El siempre fue compartido.
Nosotros actuamos igual. Compartimos nuestro amor a Dios con muchos y muchas cosas más.  Dios nos ha bendecido y ha prometido bendecirnos más, pero ni así sometemos toda nuestra vida a Él.  Jugamos con su amor al priorizar a otros u otras cosas por delante de Él. Con facilidad omitimos que su Palabra se aplique en nuestra vida, con facilidad solo aparentamos ser buenos o aparentamos que seguimos a Dios, cuando la realidad es otra, con facilidad lastimamos a nuestros padres, hijos, abuelos, amigos o pareja.  Con facilidad solo ajustamos nuestra vida a ciertas partes de su verdad mientras que el resto lo adecuamos a nuestras necesidades y valores.
Dejemos de lado el espíritu de Jehú y descansemos de verdad en la gracia de Dios.  Seamos sabios y dejemos de aparentar.  Amemos a Dios de verdad aunque ello implique en verdad cambiar nuestra vida.  No seamos de los que cantan cada domingo “te amo Dios” y entre semana vivimos abusando, usando, violentando y manipulando a otros.  Descansemos en Dios y disfrutemos en verdad la vida junto a El.

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