EMOCIONADAMENTE TERCOS...


13 Por medio de los profetas, Dios les había advertido muchas veces a los de Israel y de Judá que dejaran de hacer lo malo y obedecieran los mandamientos que les había dado a sus antepasados.
14 Pero ellos no hicieron caso ni confiaron en Dios, sino que fueron tercos, como sus antepasados. 15 No obedecieron los mandamientos ni el pacto que Dios había hecho con el pueblo de Israel. Adoraron ídolos que no valían nada, y por eso ellos mismos llegaron a ser un pueblo que no valía nada. Imitaron a las naciones vecinas, aunque Dios les había prohibido hacerlo. 16 Desobedecieron todos los mandamientos de su Dios, y fabricaron dos toros de oro para adorarlos. Además, hicieron una imagen de Astarté, y adoraron a Baal y al sol, la luna y las estrellas. 17 Quemaron a sus hijos e hijas para ofrecerlos como sacrificios, fueron a consultar con adivinos y brujos que pretendían saber el futuro, y se dedicaron por completo a hacer lo malo, por lo que hicieron enojar a Dios. (2 Reyes 17:13-17)Cuan necios somos a lo largo de nuestra vida. Muchos lágrimas y malas experiencias en nuestra vida no hubieran sido parte de nuestra historia de haber actuado con prudencia.  La necedad es lo opuesto a la confianza.  Cada vez que actuamos en necedad y vamos en pos de nuestros deseos sin considerar a Dios, es porque en realidad no confiamos en su verdad ni en sus planes para nuestra vida.  Nuestra necedad muestra sin duda alguna que la opinión de Dios sobre nuestra vida no nos interesa y que preferimos seguir “nuestros instintos” que caminar con Él.
Muestra lógica nos indica que si hacemos lo que deseamos seremos felices, pero nuestra historia personal demuestra lo contrario.  Cada vez que omitimos a Dios terminamos metidos en problemas y tristes.  Israel fue una nación de gente necia que no creía que Dios deseaba su bien y caminaron tras sus intereses, planes y deseos y terminaron en esclavitud, no pensemos que nos pasará distinto.  Si insistimos en nuestra necedad y vamos en pos de lo que creemos nos hará felices, seguramente terminaremos siendo adultos solos, sin el interés de nuestra familia, con dinero en el banco pero sin valía interior por la vaciedad que produce el egoísmo y la soberbia.  Seguramente terminaremos no amados y deseosos de el abrazo de quienes ya no están.  Terminaremos esclavos de nuestra propia necedad.

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