... UNO, DOS Y TRES POR...


Guehazí entró en la casa y se presentó delante de Eliseo, quien le preguntó:
—¿De dónde vienes, Guehazí?
—No he ido a ningún lado —contestó Guehazí.
26 Pero Eliseo le dijo:
—Yo sé que Naamán se bajó de su carro para recibirte, pues yo estaba allí con mi pensamiento. Éste no es el momento de aceptar dinero, ropa, viñedos o huertos de olivos, ovejas, toros ni esclavos. 27 Y como tú aceptaste el regalo de Naamán, su lepra se te pasará a ti y a tu familia para siempre.
Cuando Guehazí se separó de Eliseo, ya estaba enfermo de lepra. Su piel quedó pálida como la nieve. (2 Reyes 5:25-27)
Guehazi no solo codició y manipulo, sino que también trato de encubrir de los ojos de su jefe lo que había hecho, sin embargo éste ya sabía todo lo que había pasado.
Hay muchas formas de ocultar lo que hacemos.  A veces tratamos de ocultarlo de los ojos de los amigos o familiares y otra veces de nosotros mismo.  Negamos, decimos verdades a medias, tratamos de justificar los hechos y hasta buscamos la forma de hacernos creer que Dios  acepta lo que hemos dicho, hecho o sentido.
No importa cuál sea el caso y lo que hacemos, lo que importa es que Dios lo sabe y que no vale la pena tratar de esconderlo de sus ojos a través de evitar que los “de junto” se enteren.  Todo lo que hacemos a escondidas, sentimos en nuestro corazón o pensamos esta delante de Dios porque como Eliseo, El esta junto a nosotros todo el tiempo, y aunque a los ojos de los demás pase desapercibido, no ante los ojos de Dios.
Guehazi sufrió las consecuencias de tratar de justificar lo hecho y ocultarlo.  El dolor de Naamán paso a su cuerpo y sin duda alguna lo sufrió.  Hagamos ajuste en nuestro proceder y no intentemos manipular a Dios.

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