APRENDER SI, DUDAR NUNCA



Tiempo después, Ben-hadad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y rodeó a la ciudad de Samaria para atacarla. Nadie podía entrar ni salir, y los alimentos se acabaron. 25 Debido a eso, hubo mucha hambre en Samaria, tanta que la cabeza de un burro se vendía en ochenta monedas de plata, y un cuarto de litro de estiércol de paloma se vendía en cinco monedas de plata.
26 Un día, cuando el rey de Israel paseaba sobre el muro que rodeaba la ciudad, una mujer le gritó:
—¡Majestad, ayúdeme!
27 El rey contestó:
—Si Dios no te ayuda, ¿cómo quieres que te ayude yo? No tengo trigo ni vino para darte. 28 ¿Cuál es tu problema?
La mujer respondió:
—Esta mujer me pidió que primero nos comiéramos a mi hijo, y que al día siguiente nos comeríamos el suyo. 29 Así que cocinamos a mi hijo y nos lo comimos. Al día siguiente le recordé que debíamos comernos a su hijo, pero ella lo ha escondido.
30 Cuando el rey escuchó lo que dijo la mujer, se enojó tanto que rompió su ropa, y como estaba sobre el muro, la gente pudo ver que llevaba puesta ropa áspera. 31 El rey dijo: «¡Hoy mismo le voy a cortar la cabeza a Eliseo, hijo de Safat! ¡Que Dios me castigue si no lo hago!»
32 Eliseo estaba sentado en su casa junto con los líderes del país. Mientras tanto, el rey envió a uno de sus hombres. Antes de que llegara, Eliseo le dijo a los líderes: «El rey es un asesino, y ha mandado a un hombre para que me corte la cabeza. Estén atentos, y cuando ese hombre llegue, cierren la puerta y sosténgala contra él, porque detrás de él viene el rey».
33 Mientras Eliseo estaba hablando con los líderes, el hombre del rey llegó delante de él y dijo:
—Esta desgracia viene de parte de Dios. ¡Ya no puedo esperar que él nos ayude! (2 Reyes 6:25-33)


Desesperarnos no es ni por mucho la mejor respuesta ante una situación que se nos presenta estresante, violenta o intolerable.  Los habitantes de samaria vivían un tiempo de prueba y ante ello en lugar de descansar en Dios, ajustar la vida a la Palabra revelada y ser lo que Dios esperaba de ellos, se estresaron, se sintieron abandonados e hicieron cosas terribles.

Nosotros con facilidad hacemos lo mismo.  En el tiempo de la lucha, cuando enfrentamos problemas (muchos ellos ocasionados por nosotros mismo) o cuando recibimos noticias poco estimulantes, sentimos que Dios nos ha dejado o rechazado, que no le importamos a nadie, que todo nos sale mal y que nada vale la pena.  No es eso lo que nos llevará a tierra más seguro.  Solo el confiar en Dios, ajustar nuestra vida a su voluntad y aprender lo que está pasando, es lo único que no permitirá disfrutar experiencias de vida más gratificantes.

No importa cuando dura sea la situación por la que estas pasando, no desconfíes de Dios como lo hacían los habitantes de samaria, porque sin duda El no te ha dejado y está listo a ayudarte.  Jamás te dejará y te defenderá con todas sus fuerzas.  Si hay lecciones que aprender hagámoslo, pero jamás dudemos del amor de Dios por nosotros.

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