¿Uno, dos o tres?


Roboam, el hijo de Salomón, fue el rey de Judá. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a gobernar. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró diecisiete años. Jerusalén fue el lugar que Dios había elegido para que lo adoraran. La madre de Roboam era amonita, y se llamaba Naamá.
22 Los habitantes de Judá desobedecieron a Dios y pecaron mucho más que sus antepasados, y esto hizo enojar mucho a Dios. 23 Construyeron pequeños templos, hicieron monumentos con piedra y madera en honor de la diosa Astarté, y los colocaron no sólo en lo alto de las colinas, sino también bajo los árboles grandes. 24 Además, permitieron que se practicara la prostitución en esos lugares, y así siguieron las costumbres despreciables de las naciones que no obedecían a Dios y que él había expulsado del territorio israelita.
25 Cuando Roboam empezó su quinto año de reinado, Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén. 26 Se llevó los tesoros del templo y del palacio, incluyendo los escudos de oro que había hecho Salomón. 27 Luego Roboam hizo escudos de bronce en lugar de los de oro, y los puso al cuidado de los oficiales que vigilaban la entrada de su palacio.
28 Cada vez que el rey iba al templo, los vigilantes llevaban los escudos. Cuando regresaban, los ponían de nuevo en el cuartel.
(1 Reyes 14:21-28)

¿Qué cosas ocupan el lugar más importante en nuestra vida? ¿Qué personas, recuerdos, sensaciones o cosas se han convertido en nuestro Dios al darles una prioridad más alta que la que deben de tener?
La gente de Judá olvidaron que Dios debía ser su único Dios y fueron tras otros dioses, lo cuales jamás los ayudaron en los momentos difíciles de la vida.  Nosotros actuamos igual hoy día. Hacemos de nuestra relación sentimental un Dios, igual hacemos con nuestros trabajo, hijos, amigos, deporte, escuela, diversión, etc.  En diferentes etapas de la vida, hacemos de todo ello un dios, pero cuando vienen los tiempos difíciles, nada de ello nos puede salvar y terminamos con amargura en el alma.
Pensemos si en verdad Dios es lo primero en nuestra vida.  No es un asunto de palabra o preceptos religiosos, sino de acciones concretas como la lealtad, transparencia, y confianza lo que puede indicarnos si en verdad Él lo es todo en nuestra vida.  De no ser así, es tiempo de cambiar y tomar las acciones pertinentes para volvernos a Él y a su verdad

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