NO TE ENOJES


Durante tres años no hubo guerra entre Siria e Israel. Pero al tercer año, Josafat que era el rey de Judá, fue a visitar a Ahab, rey de Israel. Ahab le dijo a sus oficiales:
—Como ustedes saben, la ciudad de Ramot de Galaad nos pertenece. Pero ahora está en poder del rey de Siria, y no hemos hecho nada para recuperarla.
Después le dijo a Josafat, rey de Judá:
—¿Me ayudarías a quitarle la ciudad de Ramot de Galaad al rey de Siria?
Josafat le contestó:
—Tú y yo somos del mismo pueblo. Mi ejército y mis caballos están a tu disposición. Pero antes de ir a luchar, averigua si Dios está de acuerdo.
Entonces el rey de Israel reunió a los profetas, que eran alrededor de cuatrocientos, y les preguntó:
—¿Debo atacar a Ramot de Galaad para recuperarla?
Los profetas contestaron:
—Atácala. Porque Dios te la va a entregar.
Pero Josafat dijo:
—¿No hay por acá otro profeta de Dios al que le podamos consultar?
El rey de Israel le respondió:
—Hay un profeta al que podemos consultar. Se llama Micaías y es hijo de Imlá. Pero yo lo odio porque nunca me anuncia cosas buenas, sino siempre malas.
(1 Reyes 22:1-8)

Nos gusta escuchar que Dios nos ama y que nos ayudará en todo y sin duda nos prosperará en el trabajo, casa o escuela.  Nos sentimos reconfortados, pero por sobre todas las cosas, nos sentimos aceptados o aprobados.  Acab era un hombre que solo estaba dispuesto aceptar las palabras buenas y suaves de Dios.  Pero cuando Dios le mostraba su error se ofendía y rechazaba la palabra de reprensión.

Yo me he visto actuar así algunas veces en mi vida y he tenido que evaluar mi actitud hacia la represión de Dios a través de su Palabra, el consejo de alguien o la represión de quienes están en autoridad sobre mí.  La ver es que cuesta mucho. Acab se enojaba y violentaba, pero no cambiaba.  A veces nos pasa igual a nosotros. Nos gusta escuchar palabras de aliento y aprobación, estamos sedientos de escuchar que todo esta bien en nuestra vida, que Dios nos prosperará y dará triunfos en el día.  Pero la verdad es que no siempre es así, pues no todo lo que pensamos, sentimos y hacemos es correctos y muchas veces Dios tiene que reprendernos.

Cuando Dios te reprenda, no te enojes.  No rechaces la Palabra que lees, el consejo de alguien que te aprecia y ve tu error o al exhortación de quien Dios ha puesto en tu vida para guiarte. 

Samos humildes y evaluemos nuestro proceder, pues seguro es que hay mucho mas en nosotros que debe ser cambiado y por su gracia, Dios nos lo está mostrando para poder caminar con mayor libertad y gozo por la vida.

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