LE TRAICIONAMOS
En ese tiempo se enfermó Abías, el hijo de Jeroboam. 2 Entonces Jeroboam le dijo a su esposa:
«Disfrázate para que nadie se dé cuenta de que eres mi mujer. Luego ve a Siló, a la casa del profeta Ahías, el que me dijo que yo sería rey de este país. 3 Toma diez panes, algunas galletas dulces, un frasco de miel, y ve a buscarlo. Él te dirá lo que va a pasar con nuestro hijo».
4 La esposa de Jeroboam se fue a buscar al profeta Ahías, quien ya era muy anciano y no podía ver. 5 Sin embargo, Dios ya le había dicho a Ahías que la esposa de Jeroboam vendría a buscarlo. Dios le dijo al profeta lo que debía responder cuando ella preguntara por el futuro de su hijo.
Cuando ella llegó, trató de hacerse pasar por otra mujer. 6 Pero Ahías escuchó sus pasos al llegar a la puerta, y le dijo:
«Entra, esposa de Jeroboam. ¿Por qué tratas de engañarme? Tengo muy malas noticias para ti. 7 Ve y dile a Jeroboam que éste es el mensaje de Dios para él: “Yo te elegí de entre el pueblo para que gobernaras sobre Israel. 8 Le quité el reino a la familia de David y te lo di a ti. Pero tú no te has comportado como David, mi servidor. Porque él obedeció mis mandamientos y me fue fiel; todo lo que hizo me pareció correcto.
9 En cambio tú, te has comportado peor que todos los reyes anteriores, te has fabricado dioses y otras imágenes de metal para hacerme enojar. ¡Me traicionaste!
(1 Reyes 14:1-9)
Traicionar es una acción muy dura hacia las personas que nos tienen confianza. Sin embargo no solo podemos traicionar a nuestros iguales sino también a Dios. Jeroboam lo hizo al vivir su vida sin considerar a Dios y al hacer cosas que sabía le ofendían.
Nosotros hacemos lo mismo y muchas veces en nuestra vida. Siendo sus hijos, muchas áreas de nuestra vida las administramos según los estándares de nuestra sociedad y no por medio de la verdad del Reino de nuestro Padre. La forma en que administramos nuestro tiempo, nuestro dinero, la manera en que amamos o aceptamos ser amados, la manera en que vivimos nuestra sexualidad, la forma en que priorizamos nuestras emociones, la manera en que somos padres o hijos, etc. Muy poco tiene que ver con los valores del Reino de Dios. Nos conformamos con vivir bajo valores religiosos y perdemos de vista la gracia y el cambio de vida desde el interior.
Hacer lo malo no es bueno, pero hacerlo en el entendido que lo estamos haciendo, como lo hizo Jeroboam es peor. Volvámonos a Dios y revisemos que estamos haciendo mal en nuestra vida para dejar que Él en verdad viva en nosotros.
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