DESDE ADENTRO...


Asá obedeció a Dios, tal como lo había hecho su antepasado David.
12 Asá expulsó del país a los que practicaban la prostitución en los lugares de adoración, y quitó todos los ídolos que habían hecho los reyes que gobernaron antes de él. 13 También le quitó a su abuela Maacá su autoridad de reina madre, porque ella había hecho una imagen de la diosa Astarté. El rey Asá destruyó esa imagen y la quemó en el arroyo de Cedrón.
(1 Reyes 15:11-13)
Seguir a Dios no es una cosa de buenos deseos sino de hechos. Asá fue un hombre que siguió a Dios no solo de palabra, no únicamente el día en que se reunía en el templo, no solo cuando los demás lo veían, no únicamente cuando los lideres de su iglesia lo evaluaban.  No aparentaba seguir a Dios.  En verdad caminaba con Él.  ¿Cómo lo sabemos?  Porque hizo ajustes en su vida y en los de su nación.
Muchos hoy solo ajustamos los aspectos que en nuestra iglesia  se valoran, pero mucho en nuestro interior sigue sujeto al pecado.  Seguimos gritando en casa y usando malas palabras, seguimos perdiendo el control de nuestro dinero, vivimos nuestra sexualidad con desorden, en secreto se ve pornografía, hablamos mal de otros a sus espaldas, servimos a Dios por ser reconocidos por los demás, etc.
Seguir a Dios implica ajustar nuestra vida a la verdad de Dios desde nuestro interior.  De adentro hacia afuera.  Dejar el pecado y no solo aparentar que lo hemos dejado.  Seguir a Dios implica vivir en su verdad desde nuestra intimidad.  Obedecerle aun y cuando los demás no nos vean.  No se trata de cumplir preceptos religiosos, sino volvernos en arrepentimiento y hacer que nuestra vida esté sometida a Él en amor.  Es vivir en su gracia y no en nuestras fuerzas.
Dejemos las apariencias y vivamos en la verdad de Dios.

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