NO SE VALE USAR A LOS DEMÁS


Uno de los hijos de David, que se llamaba Absalón, tenía una hermana muy hermosa llamada Tamar. Otro de los hijos de David, que se llamaba Amnón, se enamoró perdidamente de ella. Como Tamar era todavía muy joven y no había tenido relaciones sexuales, Amnón no encontraba la manera de estar a solas con ella. Eso lo angustiaba tanto que hasta se deprimió.
Amnón tenía un amigo muy astuto y malicioso, que se llamaba Jonadab. Además de ser su amigo, Jonadab era su primo, pues era hijo de Simá, el hermano de David. Un día, Jonadab le dijo a Amnón:
—Dime, ¿por qué cada día te noto más decaído? ¿Si eres el hijo del rey, qué te puede faltar?
Y Amnón le contestó:
—Es que estoy enamorado de Tamar, ¡y es mi media hermana!
Jonadab le aconsejó:
—Pues métete en la cama, y haz como si estuvieras muy enfermo. Y cuando tu padre venga a verte, pídele que mande a tu hermana Tamar. Dile que necesitas a alguien que te prepare la comida y te la dé en la boca.
Amnón fue entonces a acostarse, fingiéndose muy enfermo. Cuando el rey llegó a visitarlo, Amnón le dijo:
—Por favor, deja que mi hermana Tamar venga a prepararme unos panes y me dé a comer en la boca.
David mandó llamar a Tamar y le dijo: «Ve a la casa de tu hermano Amnón y hazle de comer».
Tamar fue a la casa de Amnón, y lo encontró acostado. Entonces tomó harina, preparó la masa, hizo panes y los puso a hornear. Mientras tanto, Amnón no le quitaba la vista de encima. Cuando el pan estuvo listo, Tamar lo puso sobre la mesa. Pero Amnón no quiso levantarse a comer, sino que le dijo a Tamar: «Ordena a los sirvientes que salgan de aquí».
En cuanto los sirvientes salieron, 10 Amnón le dijo a Tamar:
—Tráeme el pan a la cama, y dame de comer en la boca.
Tamar tomó el pan y se lo llevó a su hermano hasta la cama. 11 Pero cuando ya estuvo cerca, Amnón la agarró por la fuerza y le dijo:
—Ven, hermanita, acuéstate conmigo.
12 Tamar le contestó:
—No, hermano mío; no me obligues a hacer algo tan malo y vergonzoso. Aquí en Israel, eso no se hace. 13 Si me violas, yo tendré que vivir con esa vergüenza y tú quedarás en Israel como un malvado. Yo te ruego que le pidas al rey que me deje ser tu esposa. Estoy segura de que él aceptará.
14 Pero Amnón no le hizo caso. Y como era más fuerte que ella, la forzó a tener relaciones sexuales con él. 15 Sin embargo, cuando terminó la despreció más de lo que antes la había deseado. Entonces le gritó:
—¡Lárgate de aquí!
16 Ella le suplicaba:
—¡No, hermano mío, no me despidas así! Si lo que has hecho ya es malo, echarme de aquí será peor.
Pero Amnón no le hizo caso. 17 Al contrario, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó: «Saca de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta».
18 El sirviente echó de la casa a Tamar, y luego cerró la puerta.
Tamar llevaba puesto un vestido largo y de colores, pues así se vestían las hijas de los reyes de Israel que todavía eran solteras. 19 Pero al verse en la calle, se echó ceniza sobre la cabeza y rompió su vestido para demostrar su vergüenza. Luego se fue llorando y gritando por todo el camino, agarrándose la cabeza.
20 Cuando Absalón lo supo, la tranquilizó y le dijo: «Hermanita, lo que Amnón ha hecho contigo es terrible. Pero no le guardes rencor, porque es tu hermano».
Desde entonces Tamar se fue a vivir a la casa de su hermano Absalón, pero siempre prefería estar sola.
21 Cuando David se enteró de lo que había pasado, se puso muy enojado. Sin embargo, no castigó a Amnón, pues era su hijo mayor y lo quería mucho. 22 Absalón, por su parte, dejó de hablarle a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a su hermana. (2 Samuel 13:1-22)

Las personas a nuestros alrededor se deben apreciar, cuidar, amar.  Nunca usar.  Sin embargo a lo largo de nuestra vida aprendemos mal muchas cosas y una de ellas es a ver a las personas como objetos que se encuentran a nuestro alrededor para nuestra satisfacción.   Ammón era así.  Creía que porque tenía un deseo, los demás tenían la obligación de cumplírselo, aun y cuando ello les causara dolor.  Por tal motivo no tuvo empacho de violar a su hermana.

Quizá nosotros no llegamos a esos extremos, sin embargo si revisamos nuestro proceder nos daremos cuenta que con facilidad usamos a quienes nos rodean, ya sea pareja, amigos, hijos, compañeros de trabajo, familiares, etc.  Tratamos a través de ellos conseguir atención, cuidado, valía, seguridad económica, etc.  Sin embargo este no es el plan de Dios.  El deseo del Padre es que aprendamos a valorar a las personas que Él pone a nuestro alrededor  y podamos verla como Él las ve.  Debemos cuidar de usarlos o manipularlos a nuestro antojo o violentarlos a través de gritos, golpes o rechazo.  “El de junto” es el mejor regalo de Dios para ayudarnos a aprender sobre nosotros mismo, por lo que dañarlo con nuestro proceder es lastimarnos a nosotros mismo.

No usemos a quienes nos quieren o rodean.  Tengamos un corazón como el de nuestro Padre y demos misericordia y amor a todo aquel que este cercano pues es de algún modo ministrarnos a nosotros mismo.

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