¿...Y SI DEJAMOS QUE NOS CAMBIE?


En cuanto el sirviente se fue, Samuel sacó un frasco de aceite y lo derramó sobre la cabeza de Saúl; luego le dio un beso y le dijo:
«Hoy te ha elegido Dios para que seas rey de su pueblo. Cuando nos hayamos despedido, te vas a encontrar con dos hombres, los cuales te van a decir que ya aparecieron las burras que andabas buscando. También te van a decir que tu padre está preocupado por ti, pues no sabe lo que pudo haberte pasado.
»Te vas a encontrar con ellos en la frontera de la región de Benjamín, junto a la tumba de Raquel. En Tabor hay un árbol muy grande. Cuando llegues allí, encontrarás a tres hombres que van a Betel para adorar a Dios. Uno de ellos irá con tres cabritos, otro con tres panes, y el tercero irá con un recipiente de cuero lleno de vino. Te saludarán y te darán dos panes. Acéptalos.
»De allí te irás a Guibeá de Dios, donde los filisteos tienen un cuartel. Al entrar al pueblo, te encontrarás a una banda de músicos con guitarras, panderos, flautas y arpas. Detrás de esa banda verás a un grupo de profetas que bajan del santuario y que van dando mensajes de parte de Dios.
»En ese momento el espíritu de Dios vendrá sobre ti y te pondrás a profetizar junto con ellos. A partir de entonces, tu vida cambiará por completo. (1 Samuel 10:1-6)

¿Cuántas veces hemos intentado cambiar sin conseguir ningún resultado? ¿Cuánto nos hemos esforzado por ser diferentes, por adquirir nuevos hábitos, por agradar a Dios y hemos fallado?  La verdad es que terminamos frustrados y nos conformamos solo con maquillar nuestros defectos de carácter con religiosidad y seguimos por la vida sin más intenciones que ser “buenos” cada domingo.

Hay una verdad.  Si Dios no nos cambia, nosotros jamás podremos.  Por eso Pablo dijo “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mi”  Es una lucha inútil intentar ser lo que Dios espera.  Jamás podremos, solo ocurrirá si renunciamos a intentarlo y dejamos que EL sea quien HAGA y VIVA el cambio en nosotros.  No son nuestras fuerzas, ni el ayuno, ni mucha oración.  El la sumisión al poder de Dios y la renuncia a intentarlo lo que deja el campo libre para que Dios haga de nosotros lo que ha dicho.

Dejemos de intentarlo y permitamos que Dios RESPIRE por nosotros y nos haga la clase de personas que ha declarado desde la eternidad.

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