¿QUIEN TE GOBIERNA?


Samuel tenía dos hijos. El primero en nacer fue Joel, y el segundo, Abías. Cuando Samuel envejeció, puso a sus hijos para que gobernaran a Israel. Pero los hijos de Samuel no eran como su padre, sino que cometían muchas injusticias. Si dos personas peleaban por algo, y los buscaban a ellos para ver quién tenía la razón, ellos siempre ayudaban a quien les daba dinero.
Por eso, todos los representantes de Israel fueron a Ramá para hablar con Samuel. Allí le dijeron: «Usted ya está muy anciano, y sus hijos no son como usted. Es mejor que nos dé un rey como los que tienen las otras naciones».
Esto no le gustó nada a Samuel. Pero se puso a orar a Dios, y Dios le dijo:
«Haz lo que te piden. No te están rechazando a ti, sino a mí, ¡pues no quieren que yo sea su rey! Desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, ellos me han dejado para adorar a otros dioses, y así también lo hacen ahora contigo. Dales el rey que piden, pero adviérteles todo lo que ese rey les hará». (1 Samuel 8:1-9)

Israel sin saberlo y por seguir las costumbres de su época rechazo a Dios.  A la nación le pareció bien pedir un rey que gobernara sobre ellos.  ¿Por qué?  Pues porque los demás pueblos así lo hacían.  Ellos les pareció una razón suficiente para pedir tal cosa.  No esperaron a la provisión de Dios.  No confiaban que lo que Dios hacia por ellos era suficiente.  Seguramente hasta se sentían raros al no tener un rey como las demás naciones y quizá algunos siguieron el consejo de gente de esos pueblos para considerar que un rey era la mejor opción para ellos.

Hoy nosotros somos muy parecidos a esa generación de judíos.  Nuestros hechos demuestran que Dios está bien en domingo, pero ya entre semana es otra cosa.  Nos sentimos mal si no somos como la gente que nos rodea, así que gobernamos nuestra vida no con la verdad de la Palabra sino con los valores de esta generación secularizada y violenta.  Educamos a nuestros hijos con los criterios que dicta el humanismo de nuestra época, administramos nuestro dinero bajo la guía de una sociedad consumista que vive de la tarjetas de crédito, amamos de forma relativa y sin compromiso tal y como la gente de esta época lo hace sin sentirse unido a nadie por toda la vida, descuidamos nuestra alimentación y vivimos sedentariamente porque vemos a nuestros cuerpos como algo temporal, etc. etc.

Rechazamos a Dios en nuestra forma de vivir aunque el domingo cantamos lo contrario.  La realidad es que como Israel, preferimos quedar bien con el de junto que vivir para Dios y en su verdad.  Pensemos un poco en como construimos nuestra vida y recapacitemos.  Dios no puede ser burlado, todo lo que sembramos tarde o temprano lo cosechamos.  Si Dios no gobierna nuestra vida, alguien más lo hace, pero quien lo haga no lo hace por amor, sino para esclavizarnos a una vida de dolor y frustración.

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