SOMOS GENTE BENDECIDA


SOMOS GENTE BENDECIDA
¡Somos de la familia de Dios! ¡Somos hijos por adopción!  Tan solo ello en si mismo ya es una bendición, sin embargo, tan grande es el amor de Dios hacia los suyos que su “bien decir” se extiende mas allá de la bienvenida a su familia y alcanza todas las áreas de nuestra vida. 
A lo largo de esta serie de sermones revisaremos algunas de las muchas bendiciones de Dios que afectan positivamente nuestra vida y nos dan la oportunidad de disfrutar una “forma eterna de vida”  Estar en el Reino de Dios es estar “en línea” de bendición y ser objeto del deseo de Dios para ser parte de todo aquello que vivimos.
VIDA LIBRE DEL AFAN (Fil. 4:6-7)
La palabra dice “por nada”  es decir, no existe motivo para vivir en afán. No hay razón que valga la pena para no dormir, estar deprimido, emocionalmente cansado, experimentar desordenes alimenticios, vivir enojado, etc.  Afán viene de una raíz árabe que significa, “estar cansado” o quizá de una expresión latina que significada “estar en un sin sentido”  Quien vive en afán vive emocionalmente cansado y vive emociones sin sentido alguno.  Por ello la Palabra señala que no existe razón para estar en esa clase de vida.
Quien camina en afán, se auto destruye emocionalmente, y lo hace porque no conoce a Dios.  En el fondo quien vive en afán le dice a Dios: “Tú no eres capaz así que lo intentare yo”  Afán es sinónimo de no confiar en Dios ni creer en su palabra.  Sin embargo quien se afán sufre, no disfruta la vida, no goza de su pareja, no se lo pasa bien con sus hijos, dado que se lo pasa tratando de manipular lo que solo Dios puede controlar.
La solución al afán es HABLAR CON DIOS de aquello que necesitamos, deseamos o nos generan dolor, y entonces LA PAZ de Dios guardará nuestra emociones y pensamientos (obsesiones)   Dios está dispuesto a atender nuestra emociones y obsesiones a través de su paz.  Es decir Dios se compromete a proveernos estabilidad, detener nuestra guerra interna.  El en La Cruz pagó por nuestra paz, pero tal cosa no pasara si no hablamos con Él de aquello que nos duele y si no soltamos lo que solo Él puede controlar.
LA AMARGURA ARRUGA (Ef. 4:31:32)
La amargura es una trampa que se disfraza de “disciplina” “madurez” “firmeza”  Sin embargo no es así.  Quien es amargo, maldice con palabra y con hechos, grita a priori y por cosas intrascendentes, y tienen el lleno corazón de malas intenciones.  Es decir, todo lo que toca lo amarga y lo descompone.  Hace la vida “incomible a su lado”
Dios no quiere que los suyos experimenten una vida así.  No desea que sus hijos construyan vidas que en logar de acercar a muchos los alejen. Por ello nos dio una salida: El perdón recibido de Dios.  Quien ha sido perdonado y vive en ese perdón, no puede vivir en amargura, porque el amor de Dios sana.  Quien no disfruta del perdón de Dios seguramente enfermara de amargura e infectará a los cercanos con su rigidez, censura, intolerancia e ira.
Dios nos ha bendecido con una vida “dulce”  no amarga y lo ha hecho a través de su perfecto amor.  Es en ese amor que debemos aprender a vivir ¿cómo? Perdonando y tolerando a quien como nosotros, también es imperfecto.
LIBRES DE LA ANGUSTIA (Sal. 50:14-15 y 86:7)
La palabra angustia es prima hermana de la palabra angosto (lat. “angustus”) y tiene que ver con un camino estrecho al lado de un despeñadero.  En términos contemporáneos “estrés”  La angustia es una forma de vida que se basa en la preocupación excesiva.  A quienes de todo se preocupan porque sienten que la realidad les rebasa o que no son competentes para dar la respuesta correcta.  La angustia es la trampa del maligno para mantenernos desenfocados de una vida satisfactoria, es la forma que usa para esclavizarnos a los problemas que solo Dios puede solucionar.  El maligno nos incita a intentar tomar el control y con ello nos somete al dolor de saber que no podeos, que no tenemos respuestas para enfrentar la realidad que nos agobia.
La respuesta de Dios es como una falange: Clama y adora   Dios está listo a librarnos de la angustia.  Pero la acción que nos atañe es la de clamar a Él y adorarlo.  No sirve aquí clamar al compadre influyente, al líder sindical corrupto, al amigo del amigo, etc.  No.  Debemos clamar a Dios y únicamente a Él.  Del despeñadero solo Dios nos puede salvar.
Ante el clamor en medio de la angustia Dios no promete darnos “el palancaso” sino librarnos.  Es decir, nunca más esa realidad afectará nuestra vida.  Pudiera ser que la situación se repita, pero nunca más podrá esclavizarnos, porque ya sabemos cuál es el camino de la libertad.
CONCLUSIÓN
Vivir en dolor no es a lo que fuimos llamados.  Dios ha provisto para nuestro bienestar emocional. Confiemos en sus promesas y caminemos en libertad.

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