¿QUIEN ES EL QUE GANA?

Antes de salir, Dios le había dicho a Josué: «Vayan sin miedo, porque yo les daré la victoria. No quedará vivo ninguno de ellos». (Josue 10:8)

Cuán bien se siente ganar.  Alcanzar una meta o llegar primero en algo o ser reconocidos es sumamente gratificante.  La sociedad occidental le da a estas experiencias un valor preponderante.  Quien gana, recibe en automático un empujón en su auto estima.  Sin embargo siempre queda en el aire una pregunta: ¿Quién fue quien gano?
Suponemos que somos nosotros.  Es el fruto de nuestro esfuerzo y capacidad.  Es nuestro arrojo o fuerza de voluntad.  Creemos que lo logrado es el resultado de alguna capacidad física, emocional o intelectual, y todo ello en si mismo más nos gratifica.  Pero, ¿en verdad somos capaces de alcanzar algo? ¿Realmente somos nosotros la fuente de nuestros éxitos?  No lo creo.
Dios le dijo a Josué “vayan sin miedo porque yo les daré la victoria”  El trabajo demandado solo era uno, “ir sin miedo” pues la victoria dependía SOLO de Dios.  El resultado de esa batalla no dependería de sus fuerzas, competencias o del número de sus soldados.  ¡No!  Dependía solo de Dios.
Hoy es lo mismo.  Podemos alardear de nuestras habilidades, pero nuestras conquistas profesionales son de Dios, nuestros éxitos académicos son de Dios, lo bien que se estructura el matrimonio es un logro divino, la recuperación de nuestra salud es gracia divina y la buena educación de nuestros hijos es fruto del favor de Dios.  Solo Él es el único que puede alcanzar la victoria y compartirla con nosotros.  Dejemos de vernos capaces y reconozcamos que solo Dios nos puede llevar más allá de lo que deseamos o soñamos.

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