NOS HACE FALTA UN POCO DE DISCIPLINA


En la familia de Zérah, que formaba parte de la tribu de Judá, había un hombre llamado Acán hijo de Carmí y nieto de Zabdí. Este hombre no obedeció el mandato que Dios había dado al pueblo. Dios les había ordenado destruir por completo la ciudad de Jericó, pero Acán se quedó con algunas de las cosas que debía haber destruido. Por eso Dios se enojó contra los israelitas. (Josue 7:1)
Somos producto de una sociedad demandante pero poco comprometida.  Nos gusta sentir que no tenemos limitantes y vivimos en una libertar sin rendir cuentas.  Los niños disfrutan jugar sin saber que deben regresar a casa a buena hora, los adolescentes buscan la forma de permanecer en las redes sociales hasta altas horas de la noche a escondidas de sus padres, los jóvenes les gusta ir de rumba sin tener hora fija para regresar a casa y a los adultos nos gusta hacer y deshacer con nuestra vida sin tener que rendir cuentas a nadie.  Acán era un hombre así.  El deseo por tener, carecía de límites en su vida y ante el arca abierta no pudo retener su mano aun y a pesar, de que Dios había marcado un límite.
Nosotros sin duda somos iguales.  Dios nos marca límites y sin pesar alguno los brincamos a pesar de saber que las consecuencias no tardaran.  Buscamos la forma de alcanzar nuestro deseo sin pagar un precio por ello, manipulamos, forzamos, arremetemos, pero Dios no lo permitirá.  Sin duda, “al sacar la mano por la cerca, nos morderá la serpiente”
Es tiempo de aprender que dado que somos hijos, debemos caminar en una vida segura, delimitada por los valores del Reino de Dios.  De otra forma, intentar una vida en donde la gratificación inmediata gobierna, sin duda traerá más frustración de la que intentamos evadir, y experimentaremos disciplina dado que somos hijos de Dios.

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