TERQUEDAD



»Diles a los israelitas que yo no iré con ellos. Son tan tercos que, si vuelven a pecar, hasta podría destruirlos en el camino. Por lo pronto, que se quiten sus joyas. Más tarde veré qué hago con ellos». (Ex.33:6)

La terquedad es la conducta por la cual insistimos en algo que difícilmente nos dará el resultado deseado.  Ser terco es ser testarudo, es caminar por el error a sabiendas que tarde o temprano sufriremos las consecuencias que creemos poder librar.  Somos testarudos cuando no cumplimos con nuestros deberes escolares o laborales, cuando no buscamos a Dios, cuando desobedecemos a nuestros padres creyendo que no se darán cuenta, cuando no valoramos a nuestra pareja o le somos infieles o desleales, cuando insistimos llorar lo mismo una y otra vez, cuando no nos alejamos de personas que nos lastiman o cuando no hacemos buen uso de los recursos recibidos.

El problema de la terquedad no es solo el hecho de caminar en el error, sino también el hecho de que Dios no caminará por esa ruta, pues sus caminos son verdad, no error.

No hay bendición en la terquedad.  Sin en la constancia, si en la disciplina.  Pero jamás en la terquedad.  Debemos ver nuestra conducta y si vemos en ella señas de la terquedad debemos volveros a Dios y pedir perdón, porque no hay nada más triste que caminar lejos de Él y sin su compañía.

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