SU GLORIA


15-17 Después de esto, Moisés subió a la montaña del Sinaí. Allí, en la parte más alta, Dios se manifestó en todo su poder. A la vista de todos los israelitas, la gloria de Dios era como un fuego que todo lo consumía. Durante seis días la montaña quedó cubierta por una nube, y desde esa nube Dios llamó a Moisés al séptimo día.
18 Moisés entró en la nube, y permaneció en la montaña cuarenta días y cuarenta noches. (Ex.24:15-18)

Cuando era niño e iba al templo recuerdo que muchas veces llegaba muy temprano cuando no había nadie aun, así que por algunos minutos, estaba sentado en una de esas bancas de madera solo, sin nadie más.  Recuerdo que sentía algo muy fuerte en mi interior, era una mezcla de alegría, temor, respeto, reverencia.  Sabía que Dios estaba ahí.  Lo podía sentir aunque no lo viera.  No había nubes, no truenos, como en el Sinaí, pero Dios estaba ahí, a mi lado viéndome y disfrutando mi compañía.

Israel vio en el Sinaí la manifestación de la gloria de Dios de una manera espectacular, pero ello no significa que nosotros hoy debamos apreciarla igual para creer que estamos en su presencia.  Hoy estamos en su gloriosa presencia a cada momento.  Cuando pasamos tiempo con la familia, cuando adoramos con su iglesia, cuando disfrutamos el amor de la pareja al platicar, tomar un café o intimar, cuando ayudamos a quien lo necesita, cuando somos sanados de la enfermedad, cuando llegamos a las metas escolares o profesionales que nos hemos trazado.  Ahí está Él.  No hay truenos ni relámpagos, pero su presencia esta con nosotros. Y no solo eso, sino que su presencia nos reta.  Nos reta a ser los padres que nuestros hijos necesitan, los hijos que nuestros padres desean, el esposo o esposa que nuestra pareja anhela, los creyentes que Dios demanda, etc.

No es necesario esperar cosas sorprendentes para creer que estamos en su presencia.  Aun sin ello lo estamos y debemos aprender a vivir en su presencia, siendo trasformados cada día y disfrutando de la compañía del padre.

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