QUEJAS


Un mes y medio después de haber salido de Egipto, los israelitas partieron de Elim, y llegaron al desierto de Sin, que está entre Elim y la montaña del Sinaí. Allí en el desierto todos los israelitas comenzaron a quejarse de Moisés y de Aarón. Les decían: «Ustedes nos han traído a este desierto para matarnos de hambre. Hubiera sido mejor que Dios nos quitara la vida en Egipto. Allá por lo menos teníamos ollas llenas de carne, y podíamos sentarnos a comer hasta quedar satisfechos». (Ex.16:1-3)
¿De qué te has quejado últimamente? ¿Cuáles son las cosas que no te gustan de tu vida por las que mantienes un constante reclamo ante la gente que te rodea y ante Dios?  Israel era una nación que aunque veían el favor de Dios en sus vidas siempre se quejaban por algo diferente. A veces era por agua, otras por comida, otras por protección, etc.
Nos quejamos cuando creemos que lo recibido no es lo correcto, cuando el trato es injusto o cuando no valoramos lo recibido.  Muchas veces no quejamos de los hijos, del esposo o la esposa, del trabajo, del dinero o de la vida en general, sin darnos cuenta que con ello menospreciamos también a Dios, pues todo viene de su mano.  Quizá las cosas que pasan en nuestra vida no sean como nos gustarían, pero ello no es responsabilidad de Dios ni de la gente que nos rodea, sino de nuestra falta de habilidad para construir nuestra propia vida.
Debemos aprender a ser agradecidos.  A estar contentos con lo que tenemos a vivir con entusiasmo a pesar de los problemas y circunstancias que se nos presentan.  Dejemos de quejarnos y afrontemos la vida.  Pidámosle a Dios habilidad para vivir eficientemente y para disfrutar cada momento del día.

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