DISPUESTOS


Después Dios le dijo a Moisés: «Voy a castigar al rey y a su pueblo una vez más. Después de ese castigo los dejará ir, y hasta los echará de su país para siempre. Tú ve y diles a todos los israelitas, hombres y mujeres, que se preparen para salir y que les pidan a sus vecinos objetos de oro y plata». (Exodo 7,8,9,10)

Cuando pienso en las plagas que sobrevino a Egipto en los tiempos del faraón y Moisés no pedo evitar pensar  en todas las cosas que ocurren en nuestra vida por la dureza del corazón.  No puedo dejar de pensar en cuantas veces como faraón oramos a Dios y le decimos que nos ayude en medio de nuestra necesidad y que cambiaremos de actitud, hábitos, relaciones, creencias, valores y al final no hacemos ningún ajuste en nuestra vida.  Seguimos siendo necios y tercos e insistimos en nuestro error una y otra vez.
Faraón cada vez que le apretaba el zapato juraba que haría lo correcto hasta trata de negociar con Dios y sin embargo era arrogante y ciego emocionalmente.  No fue hasta que Dios mostro su autoridad completamente al tocar la vida de su primogénito que  finalmente cedió a la voluntad divina. Me pregunto ¿Qué tendrá que hacer Dios en nuestra vida para que estemos dispuestos a aprender a vivir sanamente, o a ser los padres que nuestros hijos necesitan y demandan o a ser buenos estudiantes o trabajadores responsables?  No hemos sido llamados a una vida religiosa, eso es fácil, sino a vivir dignamente en la vocación a la que fuimos llamados: como hijos de Dios.
No seamos como faraón y dobleguemos nuestro orgullo delante del que tiene todo el poder y toda la autoridad.  Digámosle a Dios, enséñame a vivir.

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