SANIDAD

Antes de que llegaran los años de escasez, Asenat y José tuvieron dos hijos.
51 Al primero de ellos José lo llamó Manasés porque dijo: «Dios ha hecho que me olvide de todos mis problemas y de la familia de mi padre». 52 A su segundo hijo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios permitió que yo tuviera hijos en este país donde he sufrido tanto». (Gn.41:50-52)

Cuando nos sentimos solos, tristes o desconsolados buscamos en aquello que nos anima para experimentar mejoría.  Lo hacemos a veces en la familia, con los amigos, en la diversión, en la pareja, en el las personas del pasado, con nuevas relaciones, la escuela o el trabajo y aunque de momento sentimos mejoría al poco tiempo regresamos a experimentar las misma sensaciones de tiempo atrás y entonces repetimos el ciclo.

José lo había pasado muy mal quizá los últimos 15 años de su vida y en su experiencia había aprendido que solo Dios lo había hecho sanar de su dolor aun en medio de la adversidad por la que camino.  Es probable que, como nosotros, en su juventud intento experimentar mejoría como hoy lo hacemos nosotros, sin embargo, había terminado peor, ahora en su adultez, prefería ir a la fuente de todo consuelo y sanidad para el alma: Dios.  El reconoció que Dios le había sanado de su dolor y solo Él le había prosperado.

Ya no busquemos en lo temporal lo que solo Dios nos puede dar: Sanidad de nuestra alma, consuelo del dolor y un futuro seguro.  Nadie más, ni nada más nos podrá llevar a experimenatar una vida segura y plana.  Solo Dios tiene la capacidad para hacer de nosotros personas libres, felices y realizadas en el amor, la familia y lo profesional.

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