FAMILIA

Unos a otros se decían:
«¡Vaya, vaya! ¡Aquí viene ese gran soñador! 20 Vamos a matarlo y a echarlo en uno de estos pozos, y diremos que algún animal feroz se lo comió. ¡Ya vamos a ver si se cumplen sus sueños!» (Gn.37.19-20)

Vivir en familia nunca ha sido fácil.  Compartir con los padres sus valores y someternos a su disciplina es muy complicado después de la adolescencia.  Aceptar los defectos de los hermanos y pedir perdón por los nuestros es algo que desde nuestra niñez no nos gusta.  Sin embargo es la familia el lugar donde Dios considera el mejor para provocar en nosotros madurez y cambios positivos para nosotros.
José era el chico preferido de su padre, y éste no lo podía ocultar.  Tal conducta lastimaba a sus hermanos y aun a José mismo porque le animaba a tener un falso concepto de sí.  José por su lado se había convertido en el soplón y ello enojaba a sus hermanos y su padre no corregía esa conducta, sino más bien la usaba para saber que pasaba con sus hijos mayores.  Estos a su vez eran intolerantes y soberbios y no había aprendido a tener control sobre sus emociones y daban rienda suelta a ellas sin importar las consecuencias.
A nosotros hoy nos pasa igual en casa. Fallamos como padres al guiar a nuestros hijos por la vida, fallamos como hijos al no cuestionar lo que hemos aprendido mal de la vida y fallamos como hermanos a ser intolerantes con los errores de los demás que viven en casa.
Dios no quiere esto para nuestra vida, ni para la vida de nuestra familia.  Es tiempo de ver a Dios como el Dios de nuestra casa y familia y permitirle nos enseñe como vivir en comunidad.  Que nos muestre como aceptar y valorar al otro, al mismo tiempo que nos enseñe a aceptar al resto de la familia a pesar de sus errores y a someternos a la autoridad de aquellos que Dios ha puesto para guiarnos por la vida.

Comentarios

Entradas populares