SACRIFICIO

y Dios le dijo:
«No le hagas daño al niño. Estoy convencido de que me obedeces, pues no te negaste a ofrecerme en sacrificio a tu único hijo». (Gn.22:12)

Cada domingo todos queremos ser creyentes obedientes.  Le cantamos a Dios de nuestro deseo por servirle y obedecerle y al escuchar la enseñanza oramos diciéndole “Dios quiero obedecerte de verdad”  Pero al salir, ya pasaditas las dos de la tarde, cuando vamos con la familia a comer, la cosa cambia.  Cuando nos damos cuenta que esa obediencia exige sacrificio, damos marcha atrás y nos olvidamos de lo prometida.
Obedecer a Dios demanda esfuerzo y dedicación de nuestra parte.  No se trata de olvidarnos de la gracia, se trata del hecho de que obediencia es entrega tal y como lo hizo Abraham.  Su obediencia lo llevo a estar “dispuesto” a entregar a su hijo como ofrenda a Dios, y ello es un indicador de lo que debe suceder en nuestra vida.  Seguramente hay muchas cosas en las que debemos obedecer y para ello tenemos que “sacrificar” algo.
Quizá obedecer nos demanda de nosotros comer sano, dormir temprano, cambiar nuestra rutina, dejar de relacionarnos que algunas personas, salir de conductas adictivas, negarnos a emociones o sensaciones, etc.   Dios quiere nuestra obediencia y nos provee de su gracia para caminar en ello, pero es nuestro deber hacer los sacrificios que se requieren para vivir en esa obediencia.

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