NO SE TRATA DE IMITAR, EL RETO ES CAMBIAR



Si de veras quieres honrarme,

tráeme ofrendas de gratitud.
Si corriges tu conducta,
yo te salvaré». (Sal. 50:23 VLA)
Aparentar es fácil.  Cambiar implica un reto diario.  A lo largo de muchos años he aprendido que con facilidad imitamos comportamientos, pero ello no quiere decir que hayamos cambiado, sino solo que deseamos ser aceptados por una persona o un grupo al que deseamos pertenecer.  Cambiar implica mucho más que dejar ver aquello que los demás esperan de nosotros.  Desafortunadamente, aunque el discurso en la iglesia va en un sentido, la realidad es que el asunto se concreta muchas veces en imitar comportamientos a fin de ser valorados o estimados por el grupo.
Dios no espera que seamos con el hermanos de junto, tampoco espera que seamos de aquellos que mientras son vistos hacen lo que los hermanos de la iglesia esperan, pero ya en casa a solas muestran su verdadera intención, tampoco espera que midamos la vida por los valores morales de nuestra generación.  El quiere ayudarnos a CAMBIAR.
Una conducta es el fruto de una idea (creencia) y una emoción (necesidad).  No hay cambio de conducta entonces si no hay primero un cambio de lo que creemos y necesitamos, y ello solo lo puede hacer Dios.
Cuando hacemos lo que otros hacen, en realidad no hubo cambio.  Los valores siguen siendo los mismos y las necesidades también, lo único que se hizo fue sustituir un comportamiento que algunos consideran inapropiado por otro que es socialmente aceptado y eso es engaño.  Dios no trabajo ahí, pues lo que Él quiere hacer en nosotros es una transformación desde el interior y no superficial.  La mejor ofrenda que podemos darle a Dios, es nuestra vida transformada por el poder de su amor y gracia.
Oremos para que Dios nos cambie “desde adentro” y que no nos conformemos con solo retocar la fachada de nuestra vida.

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